viernes. 29.03.2024

La guardiana del museo

"Ignoré el cartelito que ponía 'Prohibido el paso' y entré dentro del barco: era una robusta reproducción de carabela hecha en madera, que tenía una estancia bajo cubierta, la cual se había convertido en mi escondrijo secreto"

Me quedé contemplando, pensativa, aquel gigante extinto: los huesos brillaban como si los hubiesen limpiado mil veces aunque era un esqueleto de millones de años. Era uno de los esqueletos más grandes del museo, y como siempre, tenía prohibido tocarlo.

Tenía doce años y cabellera roja. Era alta y con cara pecosa y ojos azules. Mi familia trabajaba en el museo y lo había guardado y cuidado  por dos generaciones. Ahora estaba en peligro. Cerré los puños al pensar en el asunto. El museo pertenece a mi familia; no debería ser demolido. Me giré para marcharme, sintiéndome furiosa. No podía entender por qué diablos no podíamos hacer algo al respecto y recuperar el museo- mi museo. Caminé por la sala de Prehistoria, mirando a los grandes esqueletos de dinosaurios, escenas dentro de salas de cristal y un set de fósiles. Pasé a la sala de los Descubrimientos, completa con una maqueta tamaño XL de un barco, lo suficientemente grande como para que tres personas pudiesen subir. Ignoré el cartelito que ponía 'Prohibido el paso' y entré dentro del barco: era una robusta reproducción de carabela hecha en madera, que tenía una estancia bajo cubierta, la cual se había convertido en mi escondrijo secreto. Había una mesa vieja con papeles y un mapa del museo, una alfombra con algunos cojines y una estantería con aparatos que formaban parte del barco. Me dejé caer en los cojines, sintiéndome peor que antes. ¿Cómo podían demoler el museo? Era una de las cosas más viejas y antiguas en la ciudad. El gobierno no sabía lo que hacía. Me levanté otra vez. No podía parar de imaginar como sería el museo después de que lo demoliesen. 

-¡Paulaaaaa!

Me levanté de un salto. Era la voz de mi madre. Si me encontraba aquí, estaba perdida. Abrí la puerta de mi escondite y salí arrastrándome por la cubierta de madera. Me asomé un poco y vi a mi madre de espalda. Era una mujer baja, con pelo rojo y, ejem, un poco rellenita. Pero a pesar de su apariencia amable, cuando se enfadaba era temible. Seguí gateando, llegando hacia la entrada al barco. Mi madre ya estaba ahí, mirándome con expresión de enfado. ¿Cómo no lo iba a estar?

-Paula Terranova. ¿Qué crees que estás haciendo?- preguntó. Si acababa de decir mi nombre entero, quería decir que estaba en peligro.

-Eh… Jugaba al… ¿escondite?- dije yo, sonriendo nerviosamente.

-No te lo tengo que decir, ¿no?

-No. Estoy…

-Castigada, mujercita.

Esas palabras querían decir mucho: que no podría salir del museo en el resto de la tarde y que tendría que ayudar a empaquetarlo todo. Me puse de pie sin mirar los ojos de mi madre.

-Sí, mamá- dije yo, suspirando. Para colmo de mi mala suerte, mi padre entró por la puerta. Lo malo era que tenía una expresión triste.

-Acaba de llegar un enviado del gobierno: no solo van a demoler el museo, sino que también esta zona entera. Quieren construir un hotel. Hay protestas en la calle. Demolerán esta zona mañana por la tarde.

-¡Pero si dijeron que lo harían el mes que viene!- mi madre exclamó con enfado.

-Cambiaron la fecha.

Yo escuchaba con tristeza. No podía ser. Los del gobierno eran unos cretinos. Me crucé de brazos, pensando. El museo estaba aún más cerca de su fin. Miré a los muros antiguos y me llené de pena. Le tenía demasiado cariño al edificio.

-¡No podemos dejar que arrasen el museo!- exclamé. Alcé un puño para darle dramatismo: ¡Necesitamos hacer algo!

Lo que mis padres hicieron fue mandarme a mi cuarto temporal y ellos se fueron a la manifestación para salvar la zona del museo. Yo me quedé mirando por la ventana, llena de ira. ¡¿Cómo podían hacerme esto?! Alguien llamó a la puerta.

-¿Sí?- pregunté, sin sacar ojo de la calle.

-Paula- era Raúl, mi hermano mayor -¿Estás disponible o vuelvo más tarde?

-Entra- respondí, dándome la vuelta. Raúl entró, cerrando la puerta detrás de él. De pronto, ya no me pude contener:

-¡No pueden hacer esto!- exclamé, soltando la furia que había dentro de mí.

-Ya lo sé. Por eso tengo un plan, ¿quieres oírlo?

CONTINUARÁ…

La guardiana del museo
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