jueves. 28.03.2024

Metrópolis a salvo

"Confirmo que la ciudad bajo el agua es enorme, al igual que lo es su cúpula, que la separa de la gran masa de agua que tenemos encima"

-Esto está muy chungo- comenta Caúl tristemente mientras andamos detrás de un Fenrir muy enfadado.

-Calla, que lo último que necesitamos es que se enfade más- le susurro. De hecho, si Fenrir pudiese escupir fuego, le saldría humo por la nariz y orejas. Nos callamos cuando nos lanza una mirada de pura ira. Yo bajo la mirada, mis manos formándose en puños, por si acaso. Nunca le debería de haber dado el mensaje al chaval .Por lo visto, he puesto a la ciudad entera en peligro. Me llama la atención algo extraño: un callejón. Es increíble que en una ciudad nueva, planificada desde cero, hayan puesto callejones… aunque lo que veo me saca de mis pensamientos… ¡oh no! Hay alguien tirado en el suelo…

-¡Mirad!- Los otros dos se giran a tiempo para verme corriendo hacia el chico.

-¡Aster!- me gritan, pero yo les ignoro. Alcanzo el lugar donde se encuentra el muchacho.

-¡Es el chico! ¡Es el chico del sobre!!!- Les digo a los otros dos. Está inconsciente. Le busco los bolsillos, pero para mí horror…el sobre… ¡no está!

-¿Tiene el sobre?- preguntan frenéticamente. Sacudo la cabeza lentamente. Fenrir se agacha a mi lado, sintiendo el pulso del chico:

-No está muerto-

-Y ahí está su perro- observo, fijándome por primera vez desde que llegamos a este callejón al animal. Fenrir parecía triste al ver al perro. Ah… pienso. Es hombre lobo, después de todo. Ver al perro muerto debe hacerle daño.

-Uno de los dos debe de encontrar el mensaje y dárselo a Walker- dice mirándonos a Caúl y a mí – y el otro me ayudará a cargar al chico y llevarlo de vuelta a la oficina de su abuelo.

Nos ofrecemos los dos y Fenrir nos juzga, mirándonos arriba y abajo.

-Tú- dice, apuntándome a mí. Siento de verdad que dudo de la capacidad de mi compañero de encontrar nada. Además, he sido yo la que ha metido la pata hasta el fondo. La ciudad me pareció gigante desde el submarino, y aparentemente anda suelto un loco que ataca a niños y sus mascotas.

-Me voy- Y con eso me doy la vuelta, andando hacia el peligro.

Paso varias tiendas y mucha gente. Confirmo que la ciudad bajo el agua es enorme, al igual que lo es su cúpula, que la separa de la gran masa de agua que tenemos encima. Quién me lo iba a decir hace un par de semanas. Yo, pobre como las arañas, sin tener ni idea del mundo de más allá de la muralla que rodeaba la ciudad; teniendo que robar para sobrevivir a la miseria y a la guerra….y mira tú todo lo que me ha pasado en días. Por no hablar de mis poderes, los cuáles no he tenido ocasión de probar porque ni me atrevo. Pues resulta que tengo en mis manos la misión de salvar el mundo. Parece una película…

Miro alrededor de mí preguntándome dónde se metería el ladrón del sobre, posiblemente el traidor que quiere acabar con Metrópolis. Mis ojos aterrizan en un callejón oscuro. Suspiro enojadamente. ¿Por qué se me ocurren ideas como estas? El callejón tiene una pinta malísima. Me adentro en él, despacio. De repente, todo se vuelve raro. No puedo pensar bien. ¿Qué me pasa? Me toco el brazo. Una aguja...me caigo al suelo, y ya sólo veo un par de botas. Todo es gris…

Estoy cansada. No puedo ver nada. Soy capaz de abrir los ojos un poco. Veo… mucho metal. Los abro de nuevo y me dicen que estoy en una especie de cuarto metálico. Mis piernas están atadas con una cuerda gruesa y lo mismo mis manos. Intento soltarme… y de repente, escucho una risita.

-Dudo que te puedas mover… te he puesto la dosis perfecta; estás atontadita, pero no morirás… de momento.

Intento protestar y mascullo algo entre dientes. El hombre suelta una carcajada, y veo que se acercan las mismas botas del callejón.

-Lo siento, pero no te entiendo- dice. La persona se agacha a mi lado. Le puedo ver bien: su pelo es un castaño rojizo que le llega a los hombros y sus ojos son cobrizos

-Interesante. ¿Como obtienes estos poderes, eh? Ah, pero no me lo puedes contar ahora, ¿no? Pobrecita, la chiquilla que no puede hablar.

Una idea me viene a la cabeza. Gracias, hombre tonto. Me has dado una idea buenísima. Muevo la mano con mucho cuidado y empiezo a quemar la cuerda de las manos. Con suerte no se dará cuenta el maldito. Tengo un dejá vu… ¿no he vivido antes esto? Sí, pero eran los buenos…! Qué manía de capturar a la gente!

Las cuerdas alrededor de mis manos se sueltan silenciosamente, dejándome tiempo para sacar la cuchilla metida uno de mis bolsillos. Con un zarpazo, corto las cuerdas alrededor de mí. El hombre se da la vuelta a tiempo para verme saltar sobre mis pies.

-Chica lista- dice con una sonrisa, mientras saca un cuchillo largo que me da escalofríos. Me amenaza con él.

-¿Dónde está el sobre?-grito con desesperación al ver que juega con su cuchillo, tan seguro de sí mismo, con una sonrisa en su cara.

-¿Por qué te lo daría?- responde.

-Pues porque si no me lo das lo tendré que coger yo misma- le digo sin demasiada convicción aunque intentando aparentar seguridad. Se toca la cara pensativamente.

-Ya sé…para recuperar el sobre, tendrás que pasar una prueba. Y antes de que le pueda parar, desaparece por una puerta que no había visto antes. Yo le sigo lo más rápido posible, pero en cinco segundos estoy perdida dentro de un laberinto de metal. Este debe de ser el suelo de Metrópolis. Recorro tantos túneles que ya no sé dónde me encuentro. De vez en cuando escucho una carcajada. Se va a enterar cuando le encuentre… Sigo andando y miro arriba: tuberías de metal en todo el techo. Me empiezo a preguntar si hay salida … ¿y si nunca logro salir? ¿Qué habrá sido de Caúl? ¿Habrá muerto el chico? ¿Qué será de Metrópolis si el tal Walker no llega a descubrir el grave peligro que acecha a la última ciudad libre y segura del mundo? Sacudo la cabeza para intentar ahuyentar estos pensamientos derrotistas y poder concentrarme en hallar la salida y agarrar al ladrón del sobre.

-¿Demasiado difícil?- oigo que dice una voz. Levanto una mano y produzco una llama de fuego. La luz me muestra la sombra del ladrón ¡bingo! Apago el fuego y sigilosamente me dirijo a donde vi la sombra. Ahora que estoy más cerca, puedo escuchar la respiración del hombre. Agarro el cuchillo con fuerza. Un poco más… Solo un poco más…

Me lanzo encima de él, agarrándole firmemente alrededor del pescuezo y tirándole al suelo con todas mis fuerzas. Es bastante complicado, ya que es mucho más grande que yo. Trata de sacarme de encima pero yo presiono el cuchillo ligeramente.

-¡El sobre! - exijo. Mete la mano en un bolsillo y saca el mensaje.

-Y Ahora me sacas de aquí-. Levanto el cuchillo apuntando a su espalda, y nos vamos.

Caúl se estaba poniendo nervioso preguntándose dónde estaría Aster y si habría conseguido recuperar el mensaje. Habían llevado al niño y a su perro, ahora ya recuperados, a la oficina de Walker, supuestamente el abuelo líder de Metrópolis. La conversación había girado todo el tiempo alrededor de la sorprendente ciudad, de la vida anterior de Ízan en Dubai y de cómo había llegado a conocer a su abuelo, al que por cierto, aún no habían visto. Toby se recuperaba lentamente, lamiéndose sus heridas y ya movía orejas y rabo cuando Caúl lo llamaba por su nombre. Desde luego, la situación era de lo más inusual: un hombre lobo, un perro-perro y unos humanos de lo más curioso esperando acontecimientos en una oficina de un edificio situado en una ciudad bajo el mar… Material para una novela, sin duda. De momento, se concentraba en hacer un retrato de Ízan en su cuaderno. Le gustaba hacer retratos y era la ocasión perfecta para tratar de vencer los nervios poniendo en práctica uno de sus talentos. En estos pensamientos andaba Caúl cuando Aster entró por la puerta principal detrás de un hombre al que apuntaba con su cuchillo. Caúl suspiró con alivio queriendo pensar que por fin habían salvado Metrópolis… O eso le pareció…

Metrópolis a salvo
Comentarios