martes. 23.04.2024

La pequeña ladrona en Metrópolis

"Nadie lo sabe, pero la ciudad de Metrópolis, el último refugio de paz y seguridad en el mundo, está en grave peligro"

-El peor día de mi vida.- murmuro. Caúl rueda sus ojos, enojado.

-No fue mi culpa que le dieses el mensaje a la persona equivocada.- dice.

-Ni la mía, pesado,- respondo enfadadamente.

-¡Parar de pelearos!- dice Fenrir. El hombre lobo sigue andando, -Debemos de encontrar al chico y recuperar el mensaje, o podría acabar en las manos equivocadas.

-Buen plan- asiente Caúl. Yo respiro hondo. ¿En qué nos estamos metiendo?

UNA HORA ANTES

No sé si Caúl se callará.

-Sí, estamos en un submarino.- digo enojada, -¿Ya está?

-¡Esto es increíble!- exclama Caúl, observando los mandos, botones y pantallas diversas boquiabierto.

-Ya has dicho eso. Creo que dos veces. No… veinte. Quizás cuarenta- comento con hartazgo mientras me dirijo a uno de los asientos de ventanilla. A Caúl le brillan los ojos con alegría y no puede dejar de repetirse:

-Increíble…

-Ya van cuarenta y uno.- murmuro, y él ya empieza a protestar, cuando dos personas entran por la compuerta del submarino. Son Marta Veladura, y… ¡el hombre que me sonrió mientras jugaba a las cartas! El hombre lobo.

-¿Estáis listos?- pregunta Marta. Tiene un sobre en su mano; supongo que debe ser el mensaje. Jugueteo un poco con mi cuchillo entre las manos.

-¡Por supuesto!- dice entusiásticamente Caúl.

-¡Mejor! Este es Fenrir. Entrará con vosotros a la ciudad- nos explica Marta. Luego, se acerca a mí y me da el sobre.

-No lo pierdas… ni lo quemes- añade con una sonrisa irónica. Me observo las manos, capaces de emitir fuego como si fuese un dragón. Aún tengo que acostumbrarme a la idea.

Marta se da la vuelta y sale del submarino. Fenrir, nuestro nuevo acompañante hombre lobo, se dirige al timón , y ya Caúl se encuentra abrochándose el cinturón en su asiento. Hago lo mismo, sintiendo las vibraciones del submarino cuando se enciende. Fenrir tiene pelo gris y orejas puntiagudas, y se le puede ver un poco de pelo gris cubriéndole sus brazos. Se gira para mirarnos.

-Espero que sepáis lo que hacer- Y con eso se da la vuelta, aprieta un botón, y el submarino se mueve, tirándome atrás en mi asiento. Guardo el sobre en mi bolsillo, sintiendo como si alguien me pusiese algo pesado sobre los hombros.

Pasa más de media hora en silencio. Me entretengo mirando por la ventana del submarino, viendo pasar los diferentes tipos de peces.

-Estamos a punto de llegar- comenta el ahora capitán, encendiendo las luces del submarino. Me levanto y me dirijo hacia la ventana frontal, a través de la cual se ven montañas de roca bajo el agua, forzando a Fenrir a rodearlas. Criaturas raras nadan por las aguas y algunas hasta emiten una luz brillante. El submarino baja más y más, y al cabo de unos minutos, una campana gigante de cristal aparece en el fondo: es Metrópolis, de brillante cristal, y dentro veo casas y gente. No me lo puedo creer, no sé si estoy despierta y me entra agobio de pensar que estamos bajo el agua. Por mucho que intento adaptarme a las nuevas circunstancias que siguieron a mi secuestro e incorporación a este “grupo”, y por mucho que intento aparentar profesionalidad y tranquilidad, estoy en estado de shock. No sé si seré capaz de llevar a cabo la misión encomendada y no sé ni siquiera si me han dicho la verdad de cuánto ocurre o si me mienten para utilizar mis famosos poderes, de los que ni era consciente hace pocos días.

-¿Eso es Metrópolis?- dice un Caúl totalmente entusiasmado y boquiabierto.

-Sí. Bella, ¿no crees?- contesta Fenrir con una sonrisa mientras dirige al submarino hacia unas compuertas de metal, y apaga las luces, volviéndolas a encender después de dos segundos. Otras luces se encienden de dentro de la cúpula, y la compuerta se empieza a abrir. Fenrir se acerca más, y aparece gente de uniforme. El submarino entra por las compuertas, que se cierran acto seguido. El agua empieza a bajar, y la puerta del submarino se abre.

-¡Fenrir! Nos alertaron de que vendrías. El Señor Walker le está esperando en su estudio.- dice un hombre alto y robusto. Fenrir inclina la cabeza.

-¡Entendido! Y le da una palmada en la espalda al hombre que nos recibió.

- ¡Venga!- nos dice Fenrir, saliendo del submarino. Yo le sigo, pero el hombre me para:

-¿Y quiénes son estos dos?

-Los mensajeros. Yo simplemente los traje. Y te sugiero que no molestes a la chica: te puede quemar. Y el chico puede levantarte del suelo sin mover un dedo- añade. El hombre retira su mano. Sé lo que hace Fenrir. Le dirijo una mirada al hombre con aire de superioridad y salto al suelo, con Caúl siguiéndome. El hombre cierra la puerta del submarino y nos deja salir.

-Pareced feroces,- dice Fenrir en voz baja.

-Si son listos, ni siquiera probarán a atacarme.- digo en voz baja tratando de convencerme de mi nuevo poder, pero sin olvidarme de que soy Aster, capaz de sobrevivir a la pobreza y al peligro de la guerra que asola el mundo desde hace tiempo.

Fenrir parece conocer Metrópolis. Nos lleva por un corredor largo que da a una puerta que finalmente nos introduce en las calles de Metrópolis. Voy detrás de él, ocultando mi asombro. Puedo respirar sin ningún problema, la temperatura es agradable; algunas de las casas son raras, una de ellas con el tejado hecho de cristal y otra con los muros pintados con los colores del mar, pero en general pareciera que se tratase de una ciudad normal. Caminamos por las calles, la gente mirándonos curiosamente. Supongo que conocen a la Organización Antiguerra, ya que por lo visto tuvieron que salvar a la ciudad dos veces. Nos llevan hacía un edificio alto, hecho de roca blanca.

-Bienvenidos- dice el hombre- que parece militar- abriéndonos la puerta. Se dirige a una recepcionista, y con ella en voz baja mientras Caúl y yo esperamos pacientemente. Caúl tiene una expresión estúpida, como de embobado. Creo que está aún más alucinado que yo y por eso no dice ni mu.

Fenrir nos lleva arriba por unas escaleras.

-Esperaré aquí- dice.

-¿No entras?- preguntamos a coro, nerviosos. Él sacude la cabeza.

-Soy hombre lobo. No tengo permiso. Y además, sois vosotros los mensajeros.

Antes de que podamos protestar, golpea la puerta tres veces. ¡Buena suerte!- dice antes de abrirla.

Entro primero. La oficina está prácticamente vacía excepto una mesa de madera y un par de cuadros. Hay un niño más o menos de mi edad sentado en un sillón, con un perro a sus pies, que nos mira curiosamente, orejas levantadas y cabeza inclinada.

-Hola- dice el niño, levantando una mano a modo de saludo.

-Hola. Er… ¿qué haces aquí?- pregunta Caúl. El chico se encoge de hombros.

-Espero a mi abuelo. ¿Y vosotros?

-Venimos a traer un mensaje al Señor Walker.

El niño parece animarse.

-Yo soy su nieto. ¡Puedo darle el mensaje cuando vuelva!- el perro ladra al sentir las emociones del chico.

¿Es buena idea? Me quedo pensativa.

-Supongo que se lo podría dar- le digo a Caúl, sacando el sobre de mi bolsillo para dárselo al chico.

Nos despedimos del chaval, quien tiene aspecto de niño responsable. Espero que le dé el mensaje a su abuelo. Aunque… ni siquiera le hemos preguntado su nombre…quizás no hayamos hecho bien en entregarle el sobre... Empiezo a dudar mientras camino de vuelta, pero ya es tarde para hacer otra cosa, porque Fenrir nos saca del edificio.

-¿Cómo fue?-nos pregunta Fenrir.

-Bien. Supongo- le contesta Caúl. Fenrir frunce el ceño mientras abre la puerta.

-¿Por?- pregunta. Caúl me mira. Oops.

-Er…- dice. Fenrir espera para que hablemos.

-Le dimos el mensaje a su nieto por que el señor Walker no estaba…-explico yo.

-¿Qué? ¿Qué me estás diciendo?- dice Fenrir con tono amenazante.

-Es el peor día de mi vida- comento en alto. Caúl y yo comenzamos a discutir, pero Fenrir tiene planes.

-Tenemos que encontrar al chico.- dice con urgencia. Volvemos a la oficina del señor Walker, pero el niño ya no está...

MIENTRAS…

Izan espera pacientemente hasta que los mensajeros salen por la puerta.

-Venga, Toby- le dice a su perro. Salen por la puerta del escritorio de puntillas, Izan agarrando el sobre con firmeza y con gran curiosidad por conocer el contenido. Al salir por la puerta principal, ve a los mensajeros del misterioso sobre dirigido a su abuelo y a un hombre alto. Izan conduce a Toby silenciosamente por la puerta y se meten por un callejón. En Metrópolis también hay callejones. Y son muy útiles como atajo a veces…

-¡Suéltame!- grita Izan desesperadamente al verse amarrado de repente por detrás. Toby ladra furiosamente pero deja de hacerlo de repente y se cae al suelo. Parece muerto.

-¡TOBYYYYY!

Segundos después, todo negro.

El hombre retira la inyección con un suspiro:

-Niños, estos días. Robando lo que les apetece. ¡Mocoso!

Se va andando, el misterioso sobre ya en su poder.

Nadie lo sabe, pero la ciudad de Metrópolis, el último refugio de paz y seguridad en el mundo, está en grave peligro.

CONTINUARÁ…

La pequeña ladrona en Metrópolis
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