martes. 19.03.2024

La pequeña ladrona (IV)

"Han pasado dos horas desde que llegamos al puerto de Socotra; no es lo que era antes, es grande, sí, pero no hay vegetació y todo está en ruinas"

Han pasado dos horas desde que llegamos al puerto de Socotra. No es lo que era antes; es grande, sí, pero no hay vegetación y todo está en ruinas. Me recuerda a la casa en donde vivía mi madre, destrozada por una bomba. La guerra dejó esta isla así. Está abandonada, un lugar perfecto para el general y sus 'tropas'. Marta Veladura nos habló en el barco sobre la 'Organización Antiguerra', como ellos llaman a este grupo de gente.

-Que secuestra a la gente contra su voluntad es la pura verdad- comenté, y Marta gruñó, molesta.

-¿Dime, qué crees que te hubiese pasado si el general no te hubiese traído?- preguntó.

-Dirás secuestrado.- le corregí. La conversación se acabó en ese momento, con una Marta muy molesta. Ahora andamos por las calles quemadas y las casas en ruinas, el general liderando el grupo. Marta camina a su lado, y el viento, fuerte, es la expresión de sus nervios (no olvidemos que es 'controladora' del tiempo) . No sé qué pasa, pero todos están nerviosos. Y eso me pone a mí nerviosa.

Pasamos unas casas completamente destrozadas, encontrando al final un campamento. Soldados y guardias entran y salen de tiendas grises y cabañas simples. Giro la cabeza. Un grupo de personas juega a las cartas, sentados alrededor de una mesa. Un hombre mayor me encuentra mirando, y sonríe en mi dirección. No tiene dientes normales, sino colmillos.

-Pensé que los hombres lobos no existían.- le digo a Caúl en voz baja una vez que el hombre no está a la vista. Caúl frunce el ceño.

-¡Pues claro que no!- apostilla -¿Qué te hace pensar que son reales?

-Acabo de ver uno.- le digo con vehemencia. Antes de que Caúl pueda decir algo, un soldado alto se acerca al general.

-Señor,- dice haciendo una reverencia. -Madera esta MUY impaciente. Dice que como no vengáis…- el general le interrumpe.

-…Nos cortará las cabezas y se beberá nuestra sangre. Lo usual, ¿no?- dice con voz aburrida. El soldado encoge los hombros con una sonrisa.

-Sí.

-Pues vamos. ¿Dónde está?- pregunta el general.

-Su tienda,- dice el soldado, apuntando a una tienda más grande que las demás.

-Bien. Veladura, tú vienes conmigo. Vosotros dos también.- añade, apuntándonos a Caúl y a mí. El resto de los soldados del barco se van, algunos lanzándonos miradas de curiosidad. El general camina hacia la tienda con aire determinado, Marta ralentizando para hablar con nosotros.

-A Madera no le hace gracia que le tomen por tonta. Tened cuidado con lo que decís.- dice en voz baja Marta.

-¿A qué te refieres?- pregunta Caúl. Marta se calla, ya que hemos llegado a la tienda. El general desaparece por la entrada y Marta detrás de él. Caúl me mira con una expresión que dice ¿Se puede volver esto más raro?, y se mete dentro de la tienda. Yo le sigo. La tienda es mucho más grande de lo que parece, mapas en los muros y planes militares en una mesa en la que se sienta una mujer con cara de pocos amigos. Su pelo es del color del cobre, y una cicatriz le cruza la cara, dándole una apariencia de guerrera. Está vestida con un uniforme negro. Lo más raro es el lagarto en su hombro.

-General,- dice con una voz dulce que no va bien con su apariencia.

-Madera.- el general responde. Los ojos de Madera se posan sobre Caúl.

-Y el señor Flock, encantada de conocerle.- añade la tal Madera con una sonrisa. Caúl frunce el ceño, sus ojos en el lagarto.

-¿Por qué llevas un lagarto en el hombro?- pregunta. Las palabras son como un hechizo, pues Marta se mete debajo de una mesa en un lado y el general retrocede, su mano en la pistola del cinturón. Pero mis ojos están en el lagarto. Parece enfadado, y ahora que le veo más claramente, me doy cuenta de que sus ojos están cambiando de cobre a un rojo fuego. Madera sacude la cabeza con aire enojado.

-Ya empezamos.- murmura Madera.

-¿Cómo te atreves llamar a un dragón lagarto?- Gruñe el lagarto, que salta del hombro de Madera, aterrizando en la mesa sin ningún ruido. Caúl parece confuso.

-Pero… eres un lagarto.- dice. Yo suspiro. Caúl está empeorando la situación.

-¿Un lagarto?- ruge el lagarto.

-Graham, no tenemos tiempo para esto - le dice Madera al “lagarto” (aparentemente llamado Graham y aparentemente dragón). El reptil inclina la cabeza, sus ojos fijos en Caúl.

-Entendido.-Le contesta Graham a Madera, gruñendo enfadadamente, -Pero que no me vuelvan a llamar lagarto. No soy como mis primos perezosos y con escamas feas…-

-¡Graham!- Le habla Madera firmemente, intentando controlar a lo que yo ya tengo claro que no es un simple lagartito, pues Graham suelta un resoplido y una llama de fuego sale de su hocico, y con eso, se va a sentar en el hombro de su dueña, sin sacar los ojos de un Caúl tan sorprendido como yo. Ahora entiendo la reacción instintiva de buscar protección de Marta y el General, en vista de que por lo visto el bicho es capaz de convertirte en un asado a la mínima que se altere.
-Marta, sal de ahí. Sentaros, por favor. Tenemos que hablar sobre Metrópolis.- dice Madera cogiendo unos papeles. Marta sale arrastrándose de debajo de la mesa mientras que los que estamos de pie nos sentamos en unas sillas.

-¿Metrópolis?- pregunta el General, - ¡Perfecto, ya está Walker dando trabajo!.- los ojos de Madera le hacen callar.

-Walker dice que la ciudad está en peligro, general.- Amplía Madera.

-¿Otra vez?- pregunta Marta, sentándose en otra silla, -Primero fue esa criatura gigante determinada a tragarse la ciudad entera, después una bomba que tuvimos que desactivar. ¿Y ahora qué? Pareciera que en realidad no sea una ciudad secreta sino todo lo contrario. Me temo que haya alguien detrás de estos intentos de destrucción.

-Esta vez no tenéis que hacer nada. Y de eso hablaremos más tarde. Vamos a mandar a dos personas para darle un mensaje a Walker.

-Ya sabes quién lo hará, ¿no?- pregunta el general.

-Sí. El señor Flock, Caúl, y la señora Calicó, Aster.- dice, apuntándonos a Caúl y a mí. Mi corazón se salta un latido. Qué de qué…

-Estás de broma. ¡Ni siquiera tienen entrenamiento!- replica el general.

-Y aun así son perfectos para la misión.- sigue Madera, -Y no estarán solos. Fenrir irá con ellos.- Yo me apoyo en la mesa tratando de parecer amenazadora:

-¿Y si no queremos?

-Iréis igualmente.- Comenta la bruja del lagarto. Abre un cajón en la mesa y saca un mapa. Lo desdobla, y posa su dedo índice en una zona del mar, cerca de Socotra.

-Aquí se encuentra Metrópolis, la ciudad acuática. Todo lo que tenéis que hacer es entregar un mensaje al señor Walker.- dice.

-¡Oh sí, muy facil! Por supuesto, lo que digan sus señorías… o sea, ustedes, la panda de secuestradores- digo sarcásticamente. Me siento como si me estuviesen tirando por un acantilado, a punto de descubrir la dureza del suelo…

CONTINUARÁ….

La pequeña ladrona (IV)
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