martes. 19.03.2024

Liderazgo ante las personas tóxicas

"Siempre se habla de liderazgo con enfoques positivos, pero en las empresas, como en la vida real, existe gente que magnifican los problemas e ignoran las soluciones y que dificultan el trabajo"

Siempre se habla de liderazgo con enfoques positivos, pero en las empresas, como en la vida real, existe gente tóxica. Son personas que magnifican los problemas e ignoran las soluciones, que dificultan el trabajo, que reducen la productividad del equipo y que minan el espíritu de cohesión que debe reinar en toda corporación.

Hay quien parece tener como objetivo provocar el descontento cada día y sumar adeptos a su causa. Puede que este tipo de individuos merezcan lástima y que tengan sus razones para sentirse insatisfechos con el mundo, pero no ganamos nada con dejarnos arrastrar por su negativismo porque representan una amenaza para quienes los rodean y porque generan estrés en los demás.

Los buenos líderes deben saber manejar a las personas tóxicas y harán bien, por otra parte, en buscar ayuda emocional para ellas, además de proporcionar a sus equipos los recursos necesarios para defenderse.

Los líderes se centran en la solución, no en el problema. Hay que mantener una actitud de escucha activa, abierta y de confianza con todos los miembros del equipo para que todos expresen sus preocupaciones y necesidades. Incluso quienes hacen de abogados del diablo son útiles en las empresas, porque siempre pueden prever aspectos que otros más optimistas o incautos no anticipen; sin embargo, estas personas no tienen nada que ver con aquellas que sistemáticamente encuentran aspectos negativos. Los buenos líderes ponen el foco en las soluciones, no en los problemas, y buscan el compromiso y la participación de todos para que el éxito se perciba como un logro común.

Los líderes establecen límites. Distanciarse de las personas tóxicas no es ser insolidario o insensible, es un ejercicio de autodefensa. Los buenos líderes ayudan a los demás, pero no pierden el tiempo con quien solo quiere lamentarse y agitar el ambiente. Saber neutralizar este perfil, ignorarlo cuando es posible y valorar a quienes contribuyen al bienestar común son habilidades propias del líder.

Los líderes son empáticos, pero también asertivos. Aquellos versos de Calderón sobre el sabio que, lamentando su mala suerte, se pregunta si habrá otro más pobre y triste que él, reflejan una situación que vemos cada día. Personas con más fortuna que nosotros se quejan del trabajo, del dinero, de las relaciones… mientras sentimos lástima por ellas. Cuando alguien se lamenta sistemáticamente, hay que atajar la situación y preguntarle de qué forma piensa resolver sus conflictos. Es decir, los buenos líderes son empáticos, pero invitan a las personas tóxicas a que solucionen lo que no les gusta, en lugar de dejarse estresar por ellas.

Los líderes saben retirarse a tiempo. El gran estratega Napoleón sabía que una retirada a tiempo podía ser una victoria. Nadie quiere un empleado tóxico en su empresa, pero a veces están ahí y no siempre es posible deshacerse de ellos. Por eso, además de aprender a neutralizarlos, hay que evitar gastar energía inútilmente en convencerlos de que su visión resulta inadecuada. Kant, el filósofo, lo expresó como nadie: "Nunca discutas con un idiota. La gente podría no notar la diferencia".

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