viernes. 19.04.2024

Amores y desamores en Oriente Medio

"Hoy inauguro una subsección en este espacio. Podríamos llamarla algo así como “amores y desamores en Oriente Medio”. Superado el pudor que me impedía lanzarme a ello"

Hoy inauguro una subsección en este espacio. Podríamos llamarla algo así como “amores y desamores en Oriente Medio”. Superado el pudor que me impedía lanzarme a ello y sin ánimo de convertirme en una versión censurada de Carrie Bradshaw, contaré historias inventadas, hechos reales y, sobre todo, aventuras que contienen verdad e imaginación a partes iguales sobre amoríos y “desamoríos” acaecidos en estas tierras.

Por si me leen mis padres, repito que parte de las historias será fruto de mi imaginación o aventuras que han vivido mis amigas y no yo. Aunque las cuente en primera persona.

Por si me leen las autoridades qataríes, quiero recalcar que nunca ha habido sexo dentro de este país. Nada. Ni siquiera un beso. Vamos, que he permanecido dentro de los límites de la legalidad. Si en alguna de las futuras entradas se menciona o sobreentiende algo, será pura literatura. Aquí, en Qatar, no sucede porque somos todos recatados y no sentimos pasiones, pero en occidente los textos con contenido sexual (aunque sea implícito) tienen más lectores. Repito, aquí no porque todos los solteros somos vírgenes, puros y castos, no como esos occidentales descarriados. Pero, apreciadas autoridades, mis lectores son originarios principalmente de España y Sudamérica, así que voy a poner un poco de chispa en los textos. Ah, y tampoco tienen que preocuparse por la censura. Las narraciones serán comedidas y aptas para todos los públicos.

Por si me leen mis tías, no esperéis demasiado de estas historias. Hecha esta introducción parece que prometen, pero si llegáis con muchas expectativas, quedaréis decepcionadas.

El caso es que quiero vengarme u homenajear a algunas personas (hombres) que he conocido a lo largo de estos tres años y medio en Qatar. Y lo haré con mi arma favorita: las palabras. En esta primera historia el protagonista se llevará un ochenta por ciento de venganza, sobre todo, por mentiroso. Vamos a dejarle un veinte de buenos recuerdos porque era muy cariñoso y porque me abrazaba todo el tiempo, única cuestión por la que lo he echado de menos. Pero voy a solucionar pronto esta añoranza ya que mi amigo Chema me ha ofrecido una solución. Me ha recomendado comprarme un corazón de peluche en Ikea, uno de esos que tienen unos brazos largos, y me ha aconsejado dormir abrazada a él.

Su nombre, Hasan. Lo llamaremos Hasan II. Hasan I fue un egipcio al que conocí hace ya dos años y cuyo recuerdo me ayudará a rellenar unas cuantas líneas en el futuro. En fin, la historia comenzó a principios del pasado Ramadán. Un sábado por la mañana estaba en casa, aburrida y desocupada. Decidí salir a comprar aunque no necesitaba nada, solo por pasar el tiempo. Las horas de día durante el mes de Ramadán son tediosas. Todo está cerrado y es difícil quedar con la gente.

Así que me fui a Villagio, compré algunos regalos para mi viaje a España y entré en Carrefour. Recorriendo uno de los pasillos y empujando mi carrito de la compra, me pareció que alguien decía algo cuando yo pasaba. Miré de reojo por si era algún conocido, pero nadie se dirigía a mí así que supuse que esa persona estaría hablando sola. O que había sido mi imaginación.

Seguí mi camino. Cuando me encontraba en la zona de la fruta un chico se acercó a saludarme. Alto y apuesto. Sonriente y seguro de sí mismo. Además, muy educado, así que lo escuché. Me dijo que me había visto y que me parecía mucho a una vecina suya. “Yo soy de Jordania, ¿de dónde eres?”, preguntó. Medio abrumada por la circunstancia sonreí y contesté que era española (esto siempre lo digo con mucho orgullo). Entonces él insistió en que tenía la misma cara que su vecina y de manera sutil y respetuosa comenzó a adularme. Sus cumplidos me ruborizaron y él me preguntó si podríamos quedar un día a tomar café.

En este punto, una chica europea en un país árabe sabe por experiencia cómo sortear la situación o cómo ofrecer un número de teléfono falso. Pero por alguna razón él me hizo gracia, además, era atractivo. Decidí no esquivarlo.

Yo le dije que sí podíamos quedar, pero no esa semana porque andaría ocupada preparando mi viaje. Y tampoco la siguiente porque estaría en España. Pero después de unos días intercambiando whatsapps vino el café y después algunas citas antes de mi viaje.

A mi vuelta me recogió en el aeropuerto con un ramo de flores y al día siguiente él se fue a Jordania. Regresó y estuvimos quedando. Yo me lo pasaba bien con él pero quería hacer los deberes que me recomendó mi coach en caso de conocer a un chico y que consistían en descubrir cuál o cuáles de las tres “clases de amor” yo sentía.

Platón hablaba de tres tipos de amor. El primero, “Eros”, es el amor físico y está ligado a la atracción a nivel corporal, a la pasión y al erotismo. Y sí, me sentía atraída por él. El chico me gustaba físicamente, menos por su voz, pero pronto me acostumbré a ella. Tenía doce años más que yo, pero no notaba la diferencia. “Amor Eros“: más o menos se cumplía.

“Ágape” es el amor afectivo, el cariño. Si Eros era corporal, éste es emocional. El tipo de amor de madre, tierno y entregado. Y por aquí me tenía atrapada. Él era muy cariñoso. Mi sed de afecto y su derroche de éste fraguaron lo que hubo de relación.

Y, por último, “Philia”, el amor intelectual (a nivel mental), relacionado con las ideas y con la admiración. Desde el principio sospeché que muy listo no era. Me di tiempo para conocerlo, para divertirme y para descubrir algún tipo de profundidad intelectual en él. Creo que desde el principio yo sabía que no la había y en realidad no quise darme cuenta. Vamos… que el chico no era un lumbreras. Y que conste que esto solo lo aireo como parte de mi venganza, por mentiroso y por requetementiroso.

Hace unos meses terminé la relación. En realidad en dos fases. Después de acabar la primera vez, volvimos a vernos en varias ocasiones, pero viendo que mantener el contacto  me perjudicaba y dándome cuenta de cuántas mentiras contaba y había inventado cuando salíamos, decidí eliminarlo de mi vida. Y empecé por bloquearlo en whatsapp y borrar su teléfono de mi agenda. Desde entonces me siento serena y liberada.

Después de esta experiencia y otras que narraré en el futuro he decidido que ya no quiero salir más con chicos árabes. Cuando lo comento la gente me suele preguntar si es por la diferencia de cultura o por no sé qué cosas de la religión… No sé por qué es ni tampoco voy a invertir energía en averiguarlo. Simplemente, y basándome en mis últimas experiencias, sé que salir con árabes resulta nocivo para mi persona. Me perjudica… ¡jalás! Queda ahora mi corazón abierto a cristianos y a occidentales.

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Amores y desamores en Oriente Medio
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