jueves. 28.03.2024

Ebrios de El Golfo

"Hoy dedico mis líneas a los occidentales a los que el dinero se les ha subido a la cabeza"

Hoy voy a hacer nuevos enemigos, que le estoy cogiendo el gustillo. Voy a compartir reflexiones propias y ajenas (porque no soy la única que así piensa) sobre un tema que no me había atrevido a sacar por si alguien se sentía ofendido. Pero allá voy. A emitir juicios, a hablar de otros sin pudor y a criticar a un sector de la población que vive en el Golfo. Hoy dedico mis líneas a los occidentales a los que el dinero se les ha subido a la cabeza.

Se trata de familias que llegan a estos países, gozan de salarios altos, disfrutan de una vida cómoda y acomodada -hasta aquí, muchos casos de occidentales “normales”- y a los que… la opulencia les ha afectado. Según cuenta la leyenda, encontramos muchos españoles en este paquete.

Que quede muy claro que no censuro a quienes disfrutan de una buena situación económica y social. Tengo muchos amigos entre ellos. Yo hablo solo de aquellos a los que la tontería se les ha subido demasiado. Vamos, que se han convertido, de un plumazo, en nuevos ricos (y luego hablan ellos de los qataríes).

Se sienten claramente miembros de la élite, comentan sobre otros con desdén y miran con desprecio al resto de la población, incluidos a sus propios compatriotas. Ellos no son parte de la sociedad, que es obviamente inferior, ellos son la jet… ¡por favor!

En ocasiones he conocido gente en Qatar que me comenta anécdotas sobre españoles con los que se han encontrado previamente, por desgracia algunos tienden a generalizar. Yo me divierto escuchando porque me describen a las personas de las que hablo hoy. Sí… llegan al Golfo y viven en una casa muy grande. Conducen coches todavía más grandes. Tienen asistenta (o asistentas) y frecuentan los hoteles de cinco estrellas. Repito, que no hablo de quienes llevan esa vida, que al fin y al cabo la mayoría tenemos un cierto poder adquisitivo aquí (a cambio de soportar la aridez del desierto). Me refiero a esos que se emborrachan de ella.

Dicen las malas lenguas que entre el mundo de los pilotos existe un cierto porcentaje de esta especie. He de decir que tengo dos amigas esposas de pilotos y que son de lo más sencillas y humildes. Rebonicas son las dos. Y otra pareja de amigos en la que ella es la pilota. No podrían ser más llanos ambos. Pero sí, sí me he cruzado con algunos estupendos con esposas maravillosas y divinas. De esas a las que no sabes si seguirle la conversación o sonreír y seguir pensando en tus cosas. Y rezar por que la cena no se alargue mucho, ¿por qué me habré sentado enfrente?

Pero en general no me quejo, en mi entorno no hay pijos. Supongo que como mi energía no es muy glamurosa, no casa bien con la de los más remilgados. De hecho, son ellos los que huyen de mí. Quizá sea por mis pintas. Cansada de arreglarme entre semana, acabo saliendo los viernes hecha una perro flauta. ¡Claro! Suelo presumir, orgullosa, de no frecuentar con gente relamida, pero creo que son ellos quienes huyen de mí. Supongo que les resulto chabacana y poco elegante.

Pues eso, que miran por encima del hombro. Se comparan. Exhiben sus mejores brillos. A veces, venden humo. Equiparan sus casas y sus compounds con los del vecino. Acicalan a sus hijos con escrupuloso esmero y presumen del colegio al que asisten, más inquietos por el nombre y prestigio que conlleve que por el aprendizaje de sus retoños. En fin, ya lo he dicho.

¡Ay! ¡Qué sensación tan catártica! No sé por qué había tardado tanto en redactar estas líneas. Necesitaba criticar a los relamidos compatriotas y recordarte, amigo, a alguna persona que conoces. Sí… esa que te ha venido a la cabeza al leer esta columna. Y si alguien se ha dado por aludido… no lo siento. 

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