jueves. 28.03.2024

Regresar

"Cinco años en Oriente Medio dieron para mucho. Cortar con lo que es nuestro día a día resulta doloroso, pero supone una oportunidad"
El emigrante español tiene derecho a una ayuda a volver a su país.

Regresar supone volver a encontrarse. Encontrarse con las personas, con los lugares, con las situaciones de antes. De nuevo, con uno mismo. Bueno, ya hemos hablado muchas veces de que no son exactamente las que fueron ni somos nosotros los que fuimos. Pero sí hay una parte de retorno. También a nuestros viejos hábitos. 

En mi caso, cinco años en Oriente Medio dieron para mucho. Cortar con lo que es nuestro día a día resulta doloroso, pero supone una oportunidad. Muchos anclajes emocionales quedan atrás y aparece la oportunidad de reescribir nuestras conductas. También de explorarlas. Nuestro contexto es nuevo, como también lo son las personas que empiezan a conformar el siguiente día a día. Y como no nos conocían, no esperan nada de nosotros, no se van a adelantar a nuestras conductas y tampoco se sentirán descolocados, cualquiera que sea nuestro comportamiento. La página se presenta en blanco.

Este lienzo en blanco supone para el emigrante (podría haber dicho expatriado, que suena mejor) una oportunidad de desarrollo. Quizá este sea uno de los motivos por los que muchos hablamos de una experiencia de crecimiento al salir fuera. El caso es que se produce.

Creo que durante esos años crecí. Probablemente, mucho más de lo que lo habría hecho quedándome en casa. Por fortuna, causalidad, o por lo que sea, una persona extraordinaria me acompañó durante ese camino, mi coach.

Luego regresé a España, hace ya algo más de tres meses. El período de adaptación no resultó sencillo. Creo que todavía no me he amoldado del todo y mi sensación es la de estar de vacaciones (que de algún modo, así es). Entonces regreso a los lugares conocidos. Me reencuentro con mi gente de antaño. Vuelvo a asistir a eventos y actividades... ¿y qué me sucede? Me sucede que me engancho con muchos comportamientos disfuncionales que yo ya tenía trabajados. De nuevo, las mismas emociones, las inercias, las conductas, la actitud... No al cien por cien como antes, claro, lo estoy exagerando para entenderlo mejor. Pero vuelven.

Recuerdo una historia que nos contó hace años Bernardo, nuestro maestro de PNL. Nos explicó sobre dos hermanos adolescentes con un problema de adicción. Su padre los envió a un centro de desintoxicación que había a unos cien kilómetros de su pueblo, en medio de la naturaleza. Los chicos se esforzaron, recorrieron el camino y abandonaron la adicción. Ya no necesitaban las drogas de las que tan dependientes habían sido. Allí permanecieron durante unos meses. En su tiempo libre, donde nadie los vigilaba y estaban fuera del centro, no hubo ninguna recaída. Y así, llegó el momento de regresar a su pueblo, donde no habían estado durante todo ese tiempo. En la estación los esperaban sus amigos. Para celebrarlo, acudieron al descampado de siempre y acabaron -ese mismo día- consumiendo aquello que llevaban meses sin necesitar.

Quizá el ejemplo sea un poco exagerado, pero quería mostrar lo poderosos que son nuestros anclajes. Especialmente, la gente y los lugares. En mi caso, no me voy a preocupar demasiado por esta "vuelta" a ciertos hábitos poco funcionales. No obstante, me gusta ser consciente de ello y quizá sea una prueba para seguir creciendo. Aquí, donde -por rutinario- es un poco más difícil.

En fin, ahora me gustaría que pensaras tú. Cuando regresas a tu país de vacaciones, ¿con qué conductas te reenganchas? Cuando te reencuentras con personas de tu pasado, ¿qué inercias te surgen? Cuando vuelves a casa, ¿qué antiguos hábitos retomas? Y quizá no sea tan grave. Simplemente, seamos conscientes. 

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