viernes. 29.03.2024

De regreso a Qatar

"Para mí, lo mejor de los viajes, incluidos los de España, es el disfrute de desconectar. De todo"

Me gusta escribir en esta sección los viernes o los sábados. Se ha convertido para mí en un ritual del fin de semana y, de paso, en un anclaje emocional que me recuerda que dispongo de tiempo libre durante dos días. Sin embargo, esta entrada llega con retraso. Creo que justificado, he viajado a España durante una semana. Aprovecho el viaje de vuelta para ordenar pensamientos y para teclear.

Ha sido una visita casi por sorpresa. No estaba en los planes y lo decidí a última hora. Ha supuesto un regalo de esos que te ofrece la vida casi sin pedirlo. Esta vez he disfrutado durante más tiempo de mis padres y ese era el principal objetivo. Si soy sincera, reconozco no lo he hecho por ellos sino por mí. Y me ha venido bien. He visitado a amigos importantes, pero no a todos. Esta vez he renunciado a las jornadas maratonianas de comidas, citas, encuentros y cafés. Ha habido pocas y las he saboreado más. A los que me he quedado con ganas de ver, les prometo que en verano lo recuperaremos.

Viajo con tan poca frecuencia a España que siempre me desoriento al llegar. Como siempre, la extrañeza de ver alcohol en todas partes, sin ningún tipo de pudor, desde los supermercados hasta la barra de cualquier bar. Y muy barato, por cierto. Lo mismo sucede con el cerdo en todas sus formas. Perdón por repetirme con los tópicos, pero siguen llamándome la atención. Como siempre, la manera de vestir, los arrumacos en público de muchas parejas y la manera en que hombres y mujeres se mezclan en todos los espacios. Hasta en la sala de espera del centro médico. Ahí, en las mismas filas de sillas. Fui a nadar varios días y no solo compartí piscina con varones, sino hasta la misma calle en la que braceábamos. Y me cambié en los vestuarios, sin puerta en la ducha y sin cubículos individuales. Y para acabar la lista, mi rareza favorita: abrazar a todos mis amigos en público, sí, sí... abrazar a los chicos y saber que nadie me va a mirar con estupor.

Para mí, lo mejor de los viajes, incluidos los de España, es el disfrute de desconectar. De todo. No acordarme del trabajo, de la aridez del desierto ni de todo lo que pesa en la vida de un expatriado. O mejor dicho, de todo lo que pesa en la vida de una persona, pues todos lidiamos con nuestro día a día y con nosotros mismos. Durante estos días, la mayoría de veces salía de casa sin el móvil o me levantaba por las mañanas y no lo miraba en horas. Ni siquiera me acordaba de él. Una sola semana y ha supuesto una oxigenación profunda. Regreso con energía.

De vuelta a Doha me doy cuenta de que no he pensado. Mi cerebro se ha detenido y ha funcionado solo para las tareas puramente imprescindibles. Lo bueno es que en ese contexto me permito sentir y es entonces cuando las cosas se empiezan a poner en orden. Casi ellas solas. Y ya sé lo que quiero hacer este año. Después de tanto marear y marearme, que si me voy, que si me quedo, que si una pausa, ya sé lo que quiero. Y he trazado una hoja de ruta, eso sí, desde lo que necesito y lo que siento. Luego ya invitaremos a mi mente para ejecutarla con un buen plan. No la voy a desvelar ya, pues se me acabarían los temas y si no tengo nada que contar, puede que me echen de EL CORREO. Mejor iré compartiendo poco a poco, en futuras entradas.

Y este es el resumen de mi viaje a España y la justificación de mi retraso. Como últimamente he cerrado las columnas con preguntas, voy a seguir con la costumbre. Dime, ¿qué suponen para ti los viajes a casa? ¿Qué te sorprende, qué te llama más la atención? ¿Cómo le sientan a tu cuerpo? ¿Desconectas? ¿Piensas más, sientes o intuyes? Te dejo que lo reflexiones...

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