viernes. 29.03.2024

Visita a la mezquita

"Dicen que los santos, estatuas, pinturas y otras representaciones desvían la atención de Dios y solo a Él se le adora"
Mezquita de Qatar

Con motivo de la visita de mis padres, reservé una visita guiada a la Gran Mezquita de Qatar. Y lo hice a través de Al Fanar, que es el Centro Cultural del Islam en Doha, un edificio con forma helicoidal situado enfrente del zoco, de Souq Waqif y cuya imagen nos recuerda a la Torre de Babel. Fanar en árabe significa faro. Y lo es de una manera literal, pues supone un hito en la ciudad y un punto de referencia, pero lo es también de manera metafórica. Un faro espiritual. Allí se imparten clases de árabe, se organizan visitas a mezquitas y otras actividades y se regalan libros sobre el Islam en múltiples idiomas. Vamos, lo que viene siendo un intento amable de “evangelización”.

El caso es que teníamos la reserva y allí nos fuimos. Era 25 de diciembre, espero que no nos cuente como pecado. En el parking mi madre se cubrió con mi abaya (no sé por qué tengo una abaya) y yo me envolví el cabello y cuanto se podía ver o intuir de mi cuerpo, a excepción de manos, pies y cara. No vestí de manera estilosa, es lo que tiene la falta de experiencia. Eso sí, respetábamos norma y culto

La actividad consistía en una visita al edificio y una charla, que resultó muy amena, sobre el Islam. Los musulmanes acuden a las mezquitas principales los viernes.  Entre semana, a las pequeñas que podemos encontrar en cada calle y normalmente solo disponen de espacio para hombres. Los días no festivos, las mujeres suelen rezar en casa y también pueden hacerlo los viernes. 

El espacio principal de las mezquitas suele ser una sala de oración para los hombres, en la planta baja. Las señoras rezan arriba, en un altillo de menor superficie que vuelca al espacio principal y está protegida por una serie de celosías o «mashrabiya», de manera que ellas pueden verlos a ellos pero no ser vistas. Los accesos también son independientes. 

Para cada sala existen los espacios de abluciones, donde hay que lavar pies, manos y otras partes del cuerpo por higiene y como parte de un ritual de purificación previamente a la oración.

Los devotos oran en dirección a la Meca, estando ésta señalada por la «qibla», que suele ser un nicho en la pared ornamentado con revestimientos geométricos.  

Desde el exterior se reconocen las mezquitas por el minarete, que es la torre que sobresale en vertical y suele rematarse con una media luna. Esta torre servía como punto de referencia visual y también acústico, pues allí subía el almuecín para anunciar, cantando, que era hora de rezar. Actualmente siguen construyendo una escalera helicoidal en el interior de la torre, aunque ya nadie la utiliza, pues la llamada a la oración se realiza por megafonía. Bueno, también mediante aplicaciones en los teléfonos móviles. 

A diferencia de lo católicos, los musulmanes no exponen ningún símbolo. Dicen que los santos, estatuas, pinturas y otras representaciones desvían la atención de Dios y solo a Él se le adora. Se le reza directamente, a Dios. No a la María ni a ningún intermediario. 

Sobre la charla me gustó la definición de musulmán que nos explicaron. No es una persona que se llame Mohamed, ni que provenga de un país árabe o de una familia musulmana. Ser musulmán requiere dos condiciones: fe y acción. Vamos, creer y practicar. En qué consiste lo de practicar lo dejo para otra entrada, que no quiero aburrir. 

El caso es que la visita fue interesante y para mis padres, que viven en occidente, una curiosidad. Además, conocimos a dos chicas mejicanas encantadoras. 

Yo disfruté de una actividad con mis padres. En vivo. Sin Skype, ni whatsapp, teléfono u otros intermediarios. De estar con ellos. Y como todavía se quedarán unos días por estas tierras, voy a anotar un punto final en estas líneas y me voy a seguir compartiendo tiempo con ellos.

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