jueves. 28.03.2024

Yo a este chico no lo entiendo

"Pues mi amigo americano, que es un runner, hace largos cada viernes. Se levanta muy temprano y sale a correr por la Perla. Y luego me cuenta, satisfecho, que ha hecho 15 millas. Yo le doy la enhorabuena, pero no me entero"
La Perla en Doha (Qatar).

Después de compartir en una columna mi primera cita con el chico de Estados Unidos que luego resultó tener sangre mediterránea, muchas personas me han preguntado si la historia ha seguido. Y sí, la historia ha continuado. Al menos, por ahora.

Todos los expatriados conocemos de primera mano o por personas a nuestro alrededor lo que significa salir con alguien que procede de otra cultura. Al vivir en otros países e interactuar con gente de otros orígenes, en muchas ocasiones surge la chispa y no siempre es con alguien de tu país, alguien que hable el mismo idioma y se haya criado con similares patrones. Y claro, esto nos aporta un enriquecimiento considerable y nos trae también algunos malentendidos.

Bueno, no sé si son malentendidos o qué son, el caso es que yo a este chico no lo entiendo. Y no por el idioma. La verdad es que no estoy teniendo problemas con el inglés ni con el acento americano. Me imagino que pronuncia bien y habla claro y por su trabajo. Como le sucedió a mi hermano durante una época de su vida, un tiempo en el que pronunciaba todo correctamente, utilizaba frases sencillas y vocalizaba muy claro. Se lo dije porque él no era consciente de ello y llegamos a la conclusión de que era porque compartía piso con Erasmus. Había estado conviviendo con estudiantes alemanes, polacos e italianos y claro, se tenía que hacer entender.

El caso es que no es el idioma, sino los sistemas y referencias que él emplea. Y me explico: nosotros usamos el Sistema Internacional que aprendimos en el colegio y que aparece en nuestro día a día por doquier. Los anglosajones continúan con sus propias unidades de medida. Esto ya lo sufrió mi amiga Teresa cuando empezó a trabajar en Londres como arquitecta. Y es un inconveniente para todo mis compañeros españoles que se trasladan a Reino Unido o a Estados Unidos. Estamos preparados para proyectar una vivienda u otro tipo de edificación en metros, pero cuando nos cambian las unidades… ¡ay, hasta que nos adaptamos!

Pues mi amigo americano, que es un runner, hace largos cada viernes. Se levanta muy temprano y sale a correr por la Perla. Y luego me cuenta, satisfecho, que ha hecho 15 millas. Yo le doy la enhorabuena, pero no me entero. Cuando mi hermano prepara los maratones y me dice cuánto ha corrido en cristiano, me puedo hacer una idea. ¡Pero no en millas!

Un día me contó que desde que vive en Qatar había engordado no recuerdo cuántas libras. Que todos subamos de peso aquí es habitual, tanto yo como la mayoría de personas a mi alrededor hemos subido unos cuantos… ¡kilos!

Y así podríamos seguir. Él mide las cantidades en onzas, en pies y en pulgadas y la temperatura, en grados Fahrenheit. A mí me parece que en lugar de inglés, está hablando en chino. En fin, a ver si así repaso lo que aprendí en el colegio sobre unidades de medida.

Otra diferencia está en los horarios de las comidas. Desde que vivo en Qatar me he adaptado a estos ritmos pero los fines de semana mantengo los españoles. Además, casi todos mis amigos son de España y de Egipto, así que no podría quedar a cenar a las seis con ellos. Pues mi amigo y yo tenemos horarios diferentes, pero todo se puede organizar. Cuando quedamos un viernes para él, cenamos temprano y para mí, es una comida un poco tarde. Y todos contentos.

Para terminar de explicar nuestros puntos de no entendimiento, nombraré el fútbol, lo que “todos” entendemos por fútbol. Pero para él es otro tipo de deporte. Se practica con una pelota que tiene forma de melón y, aunque él lo llama football, se juega con las manos. Dice que el nuestro es soccer y se queda tan ancho. Cuando bajamos a la playa él trae su pelota con forma de melón y jugamos en la arena. Eso sí, se llame como se llame, yo me lo paso bien.

Yo a este chico no lo entiendo
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