jueves. 28.03.2024

Luces, muchas luces

"Desde el autobús he visto las luces de Navidad de este año. Aquí en Málaga las han encendido hoy y son preciosas"
Las luces de Navidad son inconfundibles

Hoy es un día guay por muchas cosas. Seguramente el resto de los días también lo sean y yo no me doy cuenta. Pero este, mocos radioactivos y voz de Manolo aparte, ha molado mucho.

Me han quitado dos puntos de tres del pie. Me he tirado media semana coja perdía. A veces pasan cosas en la vida como la que me pasó a mi el otro día: salí con un chico por primera vez, el camarero tiró una copa al suelo sin querer y yo, que me volví judía y me quise casar con el muchacho en cuestión (nada forzado, el también quería. Fijo) corrí a pisarla y me rajé la media. Y el tobillo. En las olimpiadas de «asustar tíos con hechos fortuitos» tendrían que inventarse una medalla más importante que la de oro para reconocer mi mérito en el campo. Ni Bridget Jones, oigan. Pero hoy, el enfermero ha reconocido que tengo superpoderes y mi piel cicatriza rapidísimo. Por si lo queríais saber.

He estado preparando la «escenografía» (perdón) para el estreno mañana de la segunda obra de microteatro que he escrito (perdónperdón) y en la que actúo (perdónperdónperdón - cada día estoy más cerca de ser Troy McClure en mujer). Se llama El Boli Bic y es una ida de pinza de las gordas, de esas que me hacen reír y que espero que hagan reír de la misma manera al público. Tengo la sensación de que no va a ser así, y lejos de acojonarme, voy con más ganas. Voy con ganas de pegarme el guantazo para crecer y mejorar. Pero, sobre todo, con ganas de pasármelo bien.

He salido a la calle y hacía frío, de ese que te hace sentir las piernas y te duerme las manos. Frío del que huele a frío. Y desde el autobús he visto las luces de Navidad de este año. Aquí en Málaga las han encendido hoy y son preciosas. Me gusta la navidad por tres cosas. Cuatro. Bueno, por muchas, en realidad: el turrón Suchard (‘el del papá noel’ según el Animalito), los mantecados bombón de Casa Pasteles (os los perdéis si no sois de Granada), las luces de navidad en la calle (la ciudad es un puto cuento de hadas. La palabrota la he puesto para que sea menos ñoño), los villancicos de Michael Bublé, por las caras de los niños y por los regalos.

Pero el mayor regalo que he tenido hoy ha sido mirar el calendario. Mirarlo y pensar que ya no doy abasto. Que casi no hay tiempo para más proyectos por lo menos hasta febrero. Es genial. Hace unos meses temblaba ante la idea de que mi taller final de curso podría ser la última vez que pisara unas tablas. Pero no. De momento no es así. Y ojalá que nunca sea la última vez. Qué alegría ver el calendario repletito, hasta los topes. Qué alegría poder decir que me dedico a esto con la boca llena.

Acabo de perder el bus. Ahora el frío no es tan bonito. Genial.

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