viernes. 19.04.2024

Afganos ligeros de equipaje

Hoy los españoles sólo podemos tener palabras de gratitud para quienes han desplegado y apoyado el operativo de evacuación que ha logrado rescatar a 1.900 personas en Afganistán

Cuando el pasado martes visité la Base Aérea de Al Minhad en Dubai, que es el lugar donde han hecho su esencial tránsito los aviones militares españoles que han logrado rescatar en Afganistán a 2.206 personas, el embajador de España en Emiratos Árabes, Antonio Álvarez Barthe, me dijo que una de las cosas que más le llamaban la atención era el escaso equipaje con el que viajaban los afganos evacuados. En ese momento estábamos a pie de avión, justo delante de la rampa trasera del aparato, y junto a nosotros había unos cuantos bultos sobre los que embajador reflexionó que en modo alguno se correspondían con los que habría que esperar que portaran las 150 personas que aún permanecían en el interior de la nave.

Ligero de equipaje emprendió Antonio Machado su viaje hacia el exilio cuando en 1939 ya no había sitio para él en España. Y ligeros de equipaje han dicho adiós los afganos a su país tras tomar el poder los talibanes y comprobar que en esa tierra, que es la suya, no hay futuro para ellos. Muchos de los evacuados, si hubieran permanecido en Afganistán, se habrían enfrentado a un incierto destino en el que ni siquiera se puede descartar la muerte. Son cosas de las guerras. Cuando explotan hay que huir con lo puesto. Ahora, otra vez, les ha tocado a los afganos.

Desembarcaban de los aviones cargados de sentimientos, unos alegres, otros muy tristes, todos vigilantes de sus hijos. Atrás dejaban el lugar donde nacieron y ponían rumbo a una tierra para muchos desconocida donde no saben a qué se enfrentarán, qué barreras tendrán que superar o si, pasado el tiempo, se sentirán sinceramente acogidos. Todo está por ver.

En este éxodo, que la inmensa mayoría de los huidos considera la única salida, los militares y diplomáticos españoles han jugado un papel fundamental. Sin ellos no habría sido posible. Mucho más allá de cuestiones políticas, hay que agradecer de corazón la labor que han realizado. Sobra decir que han arriesgado sus vidas. No hay más que ver los brutales ataques que este jueves sobrevinieron en los alrededores del aeropuerto de Kabul. Cualquiera podría haberse dejado el pellejo. Por fortuna, no les ha ocurrido nada y han cumplido con su encomienda. Es lo que querían y es lo que han hecho.

Cada uno ha resuelto su parte. También la Embajada de España en Emiratos Árabes, que ha desarrollado durante los últimos días un trabajo encomiable. El embajador Álvarez Barthe, que justo ahora culmina su periodo al frente de la misión española en Abu Dhabi, puede marcharse con la cabeza bien arriba. Él, junto a todo su equipo, han estado a la altura de las exigencias de un desafío humanitario del nivel y envergadura del que se han visto envueltos. Su eficacia y diligencia no es casual: llevan cuatro años demostrando que España tiene en su Embajada de Emiratos Árabes a grandes profesionales, a personas entregadas a la colonia que han intentado dar solución a los muchos retos que han surgido en este periodo. Entre ellos, la pandemia.

Álvarez Barthe y el responsable de la Segunda Jefatura de la legación diplomática, Jaime Iglesias, han acudido a diario hasta la Base de Al Minhad. También el capitán de fragata Adolfo García Quintela, agregado adjunto de Defensa de España en EAU, que se desplazó desde Riad a Dubai en el mismo instante en que se inició el operativo.

En Al Minhad han estado a la permanente disposición de los responsables directos de la movilización en Dubai: el teniente coronel Fernando Cid, jefe de la Unidad de Apoyo a la Evacuación, y el teniente coronel José Ramón Paniagua, jefe del dispositivo aéreo de los A400M. Hay que anotar sus nombres y subrayarlos con trazo grueso. El nombre de ellos y el de los 110 profesionales que han estado a sus órdenes.

Y ni que decir tiene que a estos héroes hay que sumar al embajador de España en Kabul, Gabriel Ferrán, y a la responsable de la Segunda Jefatura, Paula Sánchez, que la jornada en que los talibanes entraron en la capital de Afganistán tuvieron que abandonar con urgencias la sede de la misión y trasladarse hasta el aeropuerto, donde han permanecido durante diez días al pie del cañón y sin descanso y han sido testigos de los atentados de Daesh. Por fin este viernes han subido al último avión rumbo a Dubai.

Me han contado que bajaron del vuelo muy cansados y con los ojos enrojecidos. Y supongo que también orgullosos de la tremenda labor que han realizado. Es para estarlo. Hoy los españoles sólo podemos tener palabras de gratitud para ellos. Si les dan unas vacaciones se las tienen bien ganadas.

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