viernes. 19.04.2024

Desastre en la T3 de Dubai

"Nos cobran una multa indebida de 1.100 dirhams, casi hacen perder el vuelo a mi suegra, nos maltratan injustamente, tiramos a la basura seis horas de nuestro tiempo y, encima, tenemos que pagar 40 dirhams de aparcamiento. La banca siempre gana"

Buenos días. ¿Qué tal les va por este país del Golfo? Hoy yo tengo una sensación agria, sin nada de dulce. Ayer me sentí verdaderamente maltratado por los empleados de Inmigración. Para ser más concreto, y que no paguen justos por pecadores, quiero puntualizar que todo ocurrió en la oficina que hay en la planta de llegadas de la Terminal 3 del Aeropuerto Internacional de Dubai. A los funcionarios de ese departamento les falta profesionalidad y, sobre todo, mucha educación. Y más en un país donde se nos pide a menudo, a base de emoticonos, que sonriamos. Hasta existe un Ministerio de la Felicidad.  

Vaya por delante que no es la primera vez, y me temo que tampoco la última, que en mi familia sufrimos episodios similares. Por ir al grano, les cuento que hace unos días la madre de mi mujer regresó a España. Tiene 84 años. Razón por la que intentamos ser muy cuidadosos con los plazos en los que puede estar legalmente como turista en Emiratos Árabes Unidos. Unas jornadas antes de que expire el periodo de vigencia de la visa, que para los ciudadanos de la Unión Europea es de 90 días, siempre pone rumbo a Madrid.

Así lo hizo esta vez también. Llegó a Dubai el 23 de julio y el vuelo de salida lo tenía el 14 de octubre. Es decir, 83 días después de su llegada. Pues bien, en el momento de superar el control de pasaportes le comunicaron que se había pasado una semana, lo que conllevaba, si es que quería abandonar el país, una multa de 1.100 dirhams. Y eso que estábamos en periodo de aministía para quienes permanecían en situación irregular en el territorio, lo que no era su caso.

Mi mujer intentó explicarles a los señores, con fechas, documentación y pasaporte, que estaban en un error. Pero el esfuerzo resultó totalmente infructuoso y desalentador. Por lo que, ante el serio riesgo de, por cuestiones de tiempo, perder el billete de avión de Emirates Airline, que no es precisamente barato, la decisión fue pagar. Es lo que había. Y punto.

Perpetrado el sablazo, y como las cosas se comentan entre emigrantes, una buena amiga nos dijo que estas situaciones no son extrañas y que si se explican te devuelven el dinero. De modo que allá que vamos al departamento de Inmigración de la Terminal 3, donde ya digo que mi familia y yo habíamos vivido con anterioridad situaciones dantescas y profundamente arbitrarias.

Nada más llegar, tomamos un número para la sección de Visa/Residentes. Era un problema de visa y nos dirigimos a la sección de visa. Por resumir, al señor que nos atendió, vestido de militar, lo único que le faltó fue echarnos a patadas. Que qué queríamos que hiciera, decía. Que eso no era allí. Debido a las voces y malos modos, un compañero del mostrador le comentó que nos comunicara adónde debíamos dirigirnos. Y, por ser moderado, nos escupió que fuéramos al lugar donde surgió el problema. Un absurdo ya que para acceder a ese punto debes tener billete de avión. No obstante, allí fuimos. Y, efectivamente, el caballero que está situado antes del control de pasaportes nos dijo que sin billete de avión no se pasaba. Imposible. Y que nuestro problema tenían que resolverlo abajo, en el departamento de Inmigración de la Terminal 3, o sea, el lugar de donde procedíamos. Un sinsentido.

Como, por experiencia, ya vislumbrábamos lo que iba a ocurrir, decidimos ir a la oficina de la Policía, donde nos volvieron a remitir al susodicho departamento de Inmigración, que allí estaban obligados a ayudarnos, insistían. Los policías fueron correctos y amables. Nos despedimos y pusimos de nuevo rumbo a ese lugar donde habitan almas realmente negras, situado abajo, en el último lugar. 

Antes de lanzar el siguiente ataque, muy educados siempre, optamos por informarnos en detalle, para no errar. Sin embargo, en el mostrador de información no había nadie. Nunca hay nadie. Observamos que existía otro mostrador. Preguntamos y el señor, un expatriado, nos dijo que a la ventanilla que teníamos que dirigirnos era la de Investigación. Número en mano, pusimos rumbo a nuestro nuevo destino. Una vez en la meta, comprobamos que el ritmo era muy lento, lentísimo. Y para colmo las personas que iban y venían lo hacían sin orden ni concierto. Qué les voy a contar. 

Cuando por fin nos llegó el turno, la señora que atendía, vestida con abaya, nos volvió a escupir que qué queríamos que hiciera ella, que eso lo tenía que resolver el 'manager' (siempre que escucho lo del 'manager' me acuerdo de la canción de Pata Negra). Pero, claro, el 'manager' no se hallaba disponible. En esta ocasión, cansados y hastiados, lo único que acertamos a pedirle es que, por favor, hablara a los usuarios con algo de respeto.

Un desastre. Nos cobran una multa indebida, casi hacen perder el vuelo a mi suegra, nos maltratan injustamente, tiramos a la basura seis horas de nuestro tiempo y, encima, tenemos que pagar 40 dirhams de aparcamiento. Porque para ir a ese departamento de Inmigración no hay más remedio que estacionar en el párking del aeropuerto. La banca siempre gana.

Ahora viene la pregunta final: ¿realmente es esta la imagen que quiere dar Emiratos Árabes? De arbitrarios, maleducados, escasamente profesionales, desorganizados, prepotentes, carentes de formación, incompetentes... Y todo ello en la Terminal 3 del Aeropuerto Internacional de Dubai, la de Emirates Airline, la que se supone que es santo y seña a nivel mundial y paradigma de calidad y buen servicio.

Algo falla estrepitosamente. Hace bien Su Alteza el jeque Mohammed bin Rashid Al Maktoum, vicepresidente y primer ministro de Emiratos Árabes Unidos y gobernante de Dubai, en visitar periódicamente el aeropuerto para "inspeccionar las instalaciones y los procedimientos". En la última ocasión, que fue el pasado mes de julio, precisamente cuando llegó mi suegra, el gobernante de Dubai se dirigió a los funcionarios para que eleven el listón al dar la bienvenida a los viajeros y simplifiquen los procedimientos. Está claro que muchos o no acudieron a trabajar ese día, cosa para nada extraña, o no se han enterado. Habrá que insistir. Todo sea por una tierra que quiere ser un gran país. Pero así, desde luego, no.

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