viernes. 29.03.2024

En Yemen la vida es un sinfín de casualidades, los conflictos, la pobreza y el olvido del resto del mundo -hasta su guerra civil pasa inadvertida al resto del mundo, eclipsada por los conflictos de Libia, Irak y Siria- lo convierten en el escenario para la destrucción y la desidia.

Los matrimonios forzados en Yemen siguen existiendo sin una ley que los prohíba, lo que permite que muchas menores sean entregadas a vivencias traumáticas. De una de esas niñas habla Khadija Al-Salami en "Diez años y divorciada", película presentada en el Festival de Cine y Derechos Humanos de San Sebastián y que ahora se estrena en España.

El filme está basado en el "bestseller" en el que la niña Noyud Ali cuenta su terrible experiencia tras ser obligada a casarse con un hombre mayor y cómo, con solo diez años, consiguió que un juez progresista yemení la concediera el divorcio.

La historia de esa pequeña, recogida con la ayuda de la periodista franco-iraní Delphine Minou y que en España se tradujo en 2009 como "Me llamo Noyud, tengo 10 años y estoy divorciada", es también la de la propia realizadora, forzada a casarse con 11 años.

Al-Salami (Saná, 1966), como Noyud, se rebeló contra los valores familiares y tradicionales de la sociedad yemení, y tras abandonar a su marido también solicitó el divorcio.

A los 16 años obtuvo una beca para estudiar en Estados Unidos, donde se licenció con un máster en producción y dirección de cine. Ahora vive en Francia y es allí donde se hizo con los derechos de autor del libro, por los que también peleaba una conocida directora, de la que no ha dado el nombre.

"Hay que concienciar sobre lo que ocurre y la educación es una herramienta de cambio. Si atacas a la gente, es muy difícil cambiar las cosas. Yo no quería que hiciera la película alguien que no conoce esa cultura", ha asegurado

Al-Salami ha dicho que su abuela también fue entregada a un matrimonio indeseado siendo niña y que su madre se casó a los 8 años. Ambas sufrieron malos tratos como también los padeció ella misma.

"Un día le pregunté a mi madre por qué si a ella esa experiencia le había traumatizado también me habían casado a mí de esa forma. Me dijo que pensaba que ese era nuestro destino", comenta.

La realizadora yemení insiste en que la educación es la mejor herramienta para luchar contra una situación que cada año afecta a 15 millones de niños en todo el mundo y a la que contribuye la pobreza, el analfabetismo, la falta de leyes y una mala interpretación de la religión y las tradiciones.

Khadija Al-Salami, primera directora y productora mujer yemení, ha hablado también de las enormes dificultades que tuvo para rodar la película en su país, desde los numerosos obstáculos técnicos a un accidente mortal y un bombardeo de Al Qaeda en un edificio cercano al de la filmación.

Ha asegurado que ha tenido que prescindir de muchas escenas porque no logró que salieran bien, pero está satisfecha por haber finalizado una película para la que estuvo cuatro años buscando financiación.

Un proyecto que se suma a los más de 25 documentales que acumula en su currículum, que retratan los roles de las mujeres y jóvenes del Yemen contemporáneo y que son posible porque un día tomó la decisión de no resignarse a vivir como su abuela y su madre, "de no ser como ellas".

"Tengo diez años y quiero el divorcio": así es la vida de las niñas en Yemen
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