viernes. 19.04.2024

Cuando se pusieron manos a la obra en Gadiack, una aldea remota de Senegal, les llegó a la consulta un niño que ni siquiera podía abrir los ojos. Además, no hablaba absolutamente nada. Pensaron que podría ser debido a un problema psicológico o a un trauma. A ciencia cierta nada podían saber porque entró al básico centro sanitario sin padres, tan solo acompañado de un amiguito. En esta situación, como buenamente pudieron, lo citaron al día siguiente. No volvió. Y sus ojos enfermos quedaron sin tratamiento.

“Nos dio la sensación de que estaba muy necesitado ya que ningún adulto lo acompañaba; no miraba a las personas y lo más que pudimos hacer fue ponerle unas gafas de sol, sólo entonces abrió un poco los ojos”.

Quien relata el episodio es la zaragozana Celia Sánchez-Ramos, doctora en Medicina Preventiva y Salud Pública así como en Ciencias de la Visión además de farmacéutica e investigadora, que desde el 25 de julio se encuentra en Senegal intentando poner remedio, al menos en parte, a las alarmantes carencias que en materia de salud visual hay en el país.

“Intentamos abrir brecha y hacer camino, que es lo más difícil; la cooperación en temas de la visión es muy poco común, por lo que hay que empujar para que se valore, hay más colaboración en cirugía visual”, puntualiza la doctora.

Y hay que subrayar que la doctora Sánchez-Ramos no es cualquiera. Durante los últimos 30 años ha desarrollado una incesante actividad en su campo reconocida con numerosos premios y galardones, hasta el punto de que ha sido incluida en el ránking entre los 25 españoles más poderosos en la categoría de Ciencia y Tecnología. Además ejerce como profesora en la Facultad de Óptica y Optimetría de Madrid. Una eminencia.

“Intentamos abrir brecha y hacer camino, que es lo más difícil; la cooperación en temas de la visión es muy poco común, por lo que hay que empujar para que se valore”

Junto a la especialista Sánchez-Ramos, de 62 años, están en Senegal Cecilia Díaz López, de 21 años y natural de Toledo, graduada en Óptica y Optometría; Celia Pérez Cruzado, de 24 y nacida en Huelva, estudiante de la misma disciplina; y María Fernanda Sánchez, de 59 años y de Valencia, licenciada en Derecho. Todas se han formado en la Complutense.

Y ahí, precisamente, en la madrileña Universidad Complutense, es donde surgió el embrión para poner en marcha una iniciativa que ha llevado a estas cuatro mujeres como cooperantes hasta el corazón de África en unos tiempos que, cuando menos, hay que calificarlos como complicados debido al reguero de dificultades que la pandemia del coronavirus ha dejado en el mundo.

Sirva como prueba de la complejidad de la misión que el primer obstáculo que hallaron cuando decidieron acometer esta aventura solidaria fue que, a día de hoy y por el efecto Covid, la mayoría de organizaciones humanitarias que dan soporte a este tipo de iniciativas las tienen paralizadas. Si actualmente ya es una gincana viajar entre países del denominado primer mundo, imaginen lo que supone adentrarse en una aislada aldea de Senegal.

En cualquier caso, los riegos del momento no desanimaron a las entusiastas cooperantes, quienes, sin lugar a duda, ponen rostro a la España más solidaria. Y tras encontrar el apoyo que requerían en CC ONG y en la Fundación Ciudad de Requena, por fin subieron al avión y pusieron rumbo a Dakar, la capital senegalesa.

Con ellas portaban importante material. Por un lado, el aparataje necesario para llevar a cabo los diagnósticos y, por otro, ayudas visuales y gafas de protección solar y graduadas, todo ello financiado por la Fundación Ciudad de Requena, que firmó para la ocasión un acuerdo con la Universidad Complutense.

En la aldea de Gadiack, situada en la zona de Fatick (ver localización), recalaron en un centro de salud en el que por momentos no había ni agua ni luz. Y nada más tomar posesión de la consulta, que carecía casi de todo, comenzaron a llegar los pacientes. A razón de unos 35 al día, por lo que en sólo cinco jornadas han alcanzado a examinar a casi 200 personas. Y en la práctica totalidad de los casos la asistencia que les han prestado es, además de muy necesaria, urgente.

La doctora Sánchez-Ramos asegura que se han encontrado con muchísimas cataratas, pero también con pteregium, errores refractivos, afáquicos o hiperemia.

Las entusiastas cooperantes ponen hoy rostro a la España más solidaria

El problema añadido que les surgió fue que no podían hablar con los pacientes ya que se expresaban en wolof o serere. Pero este obstáculo lo superaron con marca gracias a Ibra Diene Fall, el guía que les ha acompañado en todo instante y que resultó ser el mejor de los traductores. Ibra, como con familiaridad le llaman las cuatro españolas, ha sido una de las sorpresas muy positivas de la expedición.

Han atendido a ciegos totales, a personas con neurofibromatosis que nunca han recibido un tratamiento adecuado; a otra al que el picotazo de un pájaro la dejó ciega de un ojo; u otra que se acostó viendo y amaneció en la total oscuridad como si fuera el resultado de una maldición. La mayoría de los pacientes, personas ciegas o con problemas de baja visión, ni siquiera eran conscientes de las pruebas que les realizaban.

Han llegado a examinar casos de senegaleses que han sufrido la negligencia de oftalmólogos que al operarlos de cataratas no les han colocado la necesaria lente intraocular, lo que les ha dejado ciegos; o de hipermétropes de más de 18 dioptrías que carecen de lentes. Después de colocarse las gafas que las cooperantes les han facilitado pueden disfrutar con toda nitidez del espectacular paisaje que les rodea.

El listado de situaciones es interminable. Por ejemplo, a una chica estrábica que llevaba siempre la cara tapada con un pañuelo para ocultar su ojo desviado, le han proporcionado unas gafas de sol. Simple, pero muy efectivo. Ahora exhibe su increíble sonrisa.

La falta de asistencia y medios está en el centro de los males que estos senegaleses sufren en su visión. Por ello, las cooperantes se han centrado en inculcarles que deben protegerse los ojos y les han proporcionado ayudas optométricas. De esta forma retrasarán la aparición de enfermedades hasta en diez años y mejorarán su rendimiento visual.

“Cuando una persona pasa hambre se centra en poder comer día a día y no en limpiar, cuidarse o atender temas de salud”

La doctora Sánchez-Ramos confiesa que los senegalés son víctimas de un “sistema sanitario deteriorado y de la suciedad”. “Tienen poca educación de limpieza”, puntualiza para, a renglón seguido, tomar conciencia de que “cuando una persona pasa hambre se centra en poder comer día a día y no en limpiar, cuidarse o atender temas de salud”. Ahí está el escollo: en “la necesidad de supervivencia de la población de la zona”, tal como apunta María Fernanda Sánchez.

Por ello, prosigue Sánchez-Ramos, “es importante poner nuestro conocimiento sobre la mesa en cualquier parte del mundo, da igual que sea en Senegal o en Madrid”.

Todo ello, según indica María Fernanda Sánchez, para conseguir que “un objetivo social se lleve a cabo” y tener la satisfacción de que se “realice correctamente”.

Cecilia Díaz apunta que la experiencia les ha hecho “crecer como personas”. Y Celia Pérez, que les ha permitido “ser útiles a los demás”.

En Senegal, las cuatro españolas se han sentido integradas y han percibido el cariño de una población que, como Ibra Diene señala, soporta “problemas muy difíciles en su día a día”.

El camino para estas actuaciones ya se encuentra abierto. Y el objetivo de las cooperantes es “emprender futuras acciones”. Una labor social de primer nivel que con el pilar de la Fundación Ciudad de Requena están seguros de que pueden consolidar.

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