sábado. 20.04.2024

El centenario puente de los 33 Arcos es el  centro neurálgico de Esfaham. (Celia HK) El centenario puente de los 33 Arcos es el centro neurálgico de Esfaham. (Celia HK)

(Texto: Rafael P. Unquiles en ABC; fotos: Celia HK) Las mujeres de la expedición Huelva-Dubái llevan con el pelo cubierto desde que entraron en la República Islámica de Irán por la frontera turca. Hay que respetar la norma para evitar posibles problemas. Y esa norma dicta que todo el cuerpo quede oculto a la vista de los demás, incluidos los tobillos. Un simple despiste, un olvido, puede provocar momentos de tensión en un país donde por el hecho de ser occidental uno se halla bajo sospecha.

Han sido numerosos años de desencuentros y de falta de entendimiento los que han levantado un elevado muro entre Irán y gran parte del mundo. El desconocimiento que cada una de las partes tiene de la otra impide que se establezca una relación de normalidad. Salta a la vista.

La quinta etapa se inicia en Teherán, una ciudad de diez millones de habitantes en la que reina un gran bullicio. Encontrar el rumbo correcto puede llevar horas. Y normalmente se logra el objetivo gracias a la intermediación de algún amable ciudadano. De lo contrario resultaría imposible. Los mismos iraníes dicen que existe normativa de tráfico, pero que nadie la cumple.

Mezquita en una gasolinera situada en la a utopista del Golfo Pérsico. (Celia HK) Mezquita en una gasolinera situada en la a utopista del Golfo Pérsico. (Celia HK)

Durante la ruta hacia Bandaar Abbas, el puerto situado en el Golfo Pérsico, la expedición se ve obligada a realizar un alto en el camino por razones operativas en la ciudad de Esfaham. Supone un gran descubrimiento. Con cuatro millones de habitantes muestra una enorme vitalidad marcada por un profundo respeto de la ley islámica. Hay grandes mezquitas hasta en las gasolineras. Sin embargo, los hombres visten, al igual que en el resto de Irán, ropas de estilo occidental. Las mujeres, en cambio, suman en su mayoría al hiyab en el pelo rigurosos vestidos de negro de manga larga aún en pleno verano.

Es viernes, el día de la semana señalado en rojo por los árabes, y las calles rebozan vida y actividad. Los jóvenes pasean por Zayandeh Rood junto al cauce que atraviesa de punta a punta la capital. La temperatura es la misma que hay en este tiempo en Sevilla, Córdoba o Écija, unos 35 grados.

Hablar español ya supone una importante novedad en una urbe a la que no suelen desplazarse extranjeros. Los turistas iraníes, en cambio, se cuentan por miles. Es uno de los principales destinos internos de Irán.

Por eso sorprendió escuchar una voz que preguntaba: “¿Sois españoles?”. Lo que vino a continuación resultó una acusación en regla: “Creeis que en Irán somos todos terroristas”. Y no les falta razón. Hablaban Rasool y Milad, dos jóvenes profesores de francés e inglés. Cuentan historias. Dan detalles. Las leyes son muy duras: 40 latigazos de condena por beber una cerveza y pena de muerte por ser homosexual.

A pesar de ello, tienen fe en su pueblo, en el pueblo persa, al que definen como muy propio y característico y al que se refieren con amor y pasión. Aseguran además que las diferencias entre persas y árabes son abismales. Y en el fondo de todos los grandes conflictos que afectan al mundo sitúan a la religión.

Ninguna de las personas con las que hasta ahora habían hablado los expedicionarios abordaron de forma directa la situación política que se vive en Irán. En todos los casos la simple mención de la palabra España iba acompañada de manera inmediata de una sucesión de comentarios sobre Real Madrid, Barcelona, Messi, Neimar, Ronaldo o Guardiola. Y de ahí no salían.

Pero estos jóvenes, al menos al principio, no hablaron de fútbol sino de futuro y libertades. De hecho, Rasool quiere ser abogado para adentrarse en la defensa de los derechos humanos. Le gusta España, conoce Andalucía y uno de sus sueños es viajar a la Península Ibérica, algo que de momento no se encuentra a su alcance. Rasool y Milad son la novedad del viaje, la savia nueva de Irán que brota a orilla del puente de los 33 Arcos de Isfaham.

A poco más de 500 kilómetros está Bandaar Abbas, el puerto donde la expedición embarcará para cruzar el Golfo Pérsico rumbo al emirato de Sharjah, situado a 30 kilómetros al norte de Dubái. El viaje, después de ocho días en los que se han recorrido casi 8.000 kilómetros, llega a su fin. Pero todavía quedan por superar dos fronteras: la de salida de Irán y la de entrada de los Emiratos Árabes Unidos. Y en ambos casos no se descartan los problemas. Puede que hasta sobren.

-----------------------

Escrito por Rafael P. Unquiles en la ciudad de Esfaham, situada a medio camino entre Teherán y la costa del Golfo Pérsico, en la tarde del 5 de junio de 2013.

Rasool, Milad y el pueblo persa
Comentarios