viernes. 29.03.2024

 

Grafiti de Rubén Sánchez en Bastakiya, Dubai. (Ulises Martín) Grafiti de Rubén Sánchez en Bastakiya, Dubai. (Ulises Martín)

Rubén Sánchez, un artista de 33 años aficionado al «skate» y al flamenco, triunfa con sus grafitis en Emiratos. Tras una década residiendo en Barcelona, decidió hacer el petate, coger sus rotuladores y botes de esprái, y marcharse a este país «cuyas ciudades son como de cartón piedra, con muchos edificios de color arena». «Nunca habían visto nada parecido a los grafitis y murales que hago. Son como una bocanada de aire fresco para ellos. Como… ¡buah, de repente todo ese color! En España estamos acostumbrados, pero aquí flipan», según informa ABC en una noticia firmada por el periodista Israel Viana.

Su aventura comenzó cuando hace un año recibió un correo electrónico de la mismísima princesa Shaikha Latifa Al Maktoum, sobrina del vicepresidente de Emiratos y responsable de Tashkeel, una organización sin ánimo de lucro dedicada a promover el arte en el país, después de que recibiera fotos de alguna de sus piezas. «Le gustaron y quería que viniera a pintar algo por las calles y dar clases de grafiti a los niños, ofreciéndome un sueldo, una casa y todos los materiales que necesitara para hacer que me gusta, pintar. Eso en España es imposible», asegura.

Desde que con 13 años hizo su primer «tajeo» (firma) en un contenedor de Galapagar como «Nash», hasta los enormes y originales murales de ahora, Sánchez lo aprendió todo por su cuenta. Con el tiempo consiguió crear un estilo muy personal que bebe de artistas tan dispares como Pendleton, Jaime Hayón, Keith Haring, Juan Gris o Picasso. Y mientras se ganaba la vida como diseñador gráfico de algunas marcas de patines, consiguió cierto reconocimiento en el mundo del arte más independiente.

Pero cambiar el Raval de Barcelona por el distrito Umm Suqeim de Dubai no fue fácil. Allí, Sánchez ha conseguido pintar un mural que constituye la primera muestra de arte callejero de los Emiratos. Una original y surrealista figura subida a un camello-bici lleno de color, con la que comenzó a ganarse la admiración de los vecinos de Dubái, tras superar el recelo inicial.

Era algo de otro mundo para ellos, por lo que, aún teniendo a Tashkeel detrás, conseguir el permiso para realizar ese primer mural le costó cuatro meses de negociaciones con las autoridades y convencer al propietario del edificio de que quería llenarle el edificio de color y pintarle una enorme bicicleta-camello en sus paredes. «La idea terminó gustándole y quiso que le pintara todo el bloque», recuerda entre risas.

Es la primera vez que este grafitero ha pintado en la calle con permiso de la autoridad, en un país donde hacerlo a escondidas y salir corriendo no es una opción. Pero no se ha resistido a realizar algunas piezas ilegales. «Siempre me lo pide el cuerpo. Pero aquí pocas bromas con eso. Conocí a una persona que fue a prisión dos semanas por hacer una firma en la pared. Por eso no hay grafiteros. Te pueden caer hasta dos años de prisión y una multa económica enorme», comenta.

Desde entonces, ha pintado otro mural más en Dubái y un tercero en Abu Dhabi, y trata ahora de conseguir permiso para otro en el barrio donde vive ahora. «Quiero abrir la mente al grafiti y al arte urbano, además de plantar semillas en los chavales a través de las clases». Por eso no se plantea volver a España «hasta que la cosa cambie». Quiere trasladar a Emiratos el arte que él ha mamado desde que era un adolescente, cuando correteaba por Madrid o pintaba en materiales usados que recogía por las calles de Barcelona cuando volvía de patinar.

Medios como la CNN han llegado a preguntarse, en referencia a él, si el próximo Banksy se encuentra en Emiratos. Pero Sánchez sigue a su aire, aprovechando las posibilidades que le están ofreciendo países como Líbano, Armenia o Jordania.

Ayer mismo se marchó a Zaatari, el gigantesco campo de refugiados que hay en este último país «a pintar con la chavalada» durante un mes. Un poco de color para los más de 120.000 sirios que allí se encuentran hacinados huyendo de una guerra que se ha cobrado la vida de más de 11.000 niños y 100.000 personas en 30 meses. «Lo que me gusta es que aquí está todo en pleno crecimiento. No está tan quemado como Nueva York, Berlín, París o Madrid, donde todo lo que pintas es un grafiti más. Veo Oriente Próximo como un gran lienzo en blanco para mí».

Rubén Sánchez, el grafitero español de los Emiratos
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