martes. 19.03.2024

Ayham Al Ghareeb se hizo periodista por necesidad. Tenía 22 años cuando prendió la mecha de una revolución popular que ha encallado en una de las guerras civiles más mortíferas de Oriente Medio. La mecha se encendió en su propia ciudad, Daraa, una localidad de 98.000 habitantes fronteriza con Jordania y cien kilómetros al suroeste de Damasco. Ayham Al Ghareeb era estudiante de Filología Árabe. Pero se reconvirtió en uno de los decenas de jóvenes reporteros que sintieron la urgencia de contar al mundo la brutalidad de la represión desencadenada por el régimen de Bashar Al Assad.

En 2018, Daraa cayó en manos del Ejército sirio y las fuerzas rusas. Miles de civiles abandonaron la ciudad. Entre ellos, Ayham Al Ghareeb y los otros tres colegas que dos años y medio después acaban de fundar Baynana. “Tuvimos que salir de Daraa porque ya no podíamos vivir allí. Nuestra vida corría peligro. Nos podían matar o encarcelar”, relata en conversación telefónica con EL CORREO DEL GOLFO desde Madrid. Salieron con destino al norte de Siria a bordo de uno de los “autobuses verdes” fletados para evacuar a la población gracias a un acuerdo firmado entre el régimen y la oposición.

 

Junto a la frontera turca fue contactado por el Comité para la Protección de Periodistas (CPJ, en sus siglas en inglés). No fue fácil alcanzar Turquía. La zona está minada por mafias que trafican con la desesperación de miles de refugiados que se juegan la vida para escapar del horror de la guerra. Seis meses después, logró traspasar la frontera junto a su esposa y sus dos hijas en un viaje de 40 horas lleno de riesgos. “Es un camino muy peligroso”, subraya.

El joven periodista se ha curtido en la más solvente escuela de reporterismo. Y la más dramática. Ocho años informando bajo el estruendo de las bombas y el silbido de los aviones de guerra es un máster insuperable para aprender todos los secretos del oficio. “Es muy difícil trabajar en esas condiciones. Y terrible”, asegura Ayham Al Ghareeb.

El CPJ consiguió sacar a 40 periodistas sirios de Turquía. Muchos se establecieron en Alemania, Bélgica y Holanda. Otros llegaron a España. Ayham aterrizó en Madrid en mayo de 2019. El futuro no pintaba bien ni para él ni para su familia. Llegaron con las manos vacías. Sin equipaje, sin dinero, sin vivienda, sin trabajo y sin saber ni una palabra de español. Se acogieron a un programa para refugiados, que les proporcionó sustento básico durante un tiempo limitado. Y contactaron con la Fundación Por Causa, una organización dedicada a la investigación, el periodismo y las migraciones.

Ocho años informando bajo el estruendo de las bombas y el silbido de los aviones de guerra es un máster insuperable para aprender todos los secretos del oficio

Fruto de ese encuentro nació la semilla de Baynana, que en árabe significa “entre nosotros”, y de la que también forman parte Mohammed Subat, Mousa Al Jamaat y Okba Mohammed. “Tenemos muchas ganas de decir cosas. Y de dar voz a los refugiados”, declara Ayham Al Ghareeb. La revista hace una radiografía social de la diversidad cultural que hoy articula España. Y rescata decenas de historias humanas de inmigrantes que han logrado abrirse camino pese a los obstáculos. En la edición de ayer, un joven refugiado afgano narra cómo recuperó la tradición artesana de sus antepasados de tejer alfombras de seda. También recoge una entrevista con la periodista saharaui Ebbaba Hameida y un reportaje sobre el doctor sirio Kassis y su lucha contra la fibromialgia.

“Por Causa ha sido como nuestra familia en España. Nos ayudaron a buscar piso y nos han apoyado en la creación de la revista”, asegura Ayham. Se trata de la primera publicación completamente bilingüe y dirigida por refugiados. La traducción de los textos al español corre a cargo de colaboradores de la fundación. La revista está siendo coordinada por la periodista Andrea Olea, que vive a caballo entre España y Líbano, donde ha trabajado durante tres años como corresponsal ‘free lance’.

 

En otoño pasado fue contactada por la Fundación Por Causa para que les echara una mano en el proyecto. “Baynana está dirigida también a la comunidad arabófona”, detalla desde Beirut. Y presta información de utilidad para los inmigrantes sobre asuntos legales de residencia o permiso de trabajo. Pero, sobre todo, persigue abrir un espacio sobre la comunidad extranjera alejado de los clichés habituales de la prensa convencional. “Hablamos de todo. De política, de sociedad y de cultura, pero reflejando la perspectiva del migrante y de la diversidad española”, aclara por teléfono. Incluir el punto de vista de los refugiados era una “tarea pendiente” en España, a juicio Andrea Olea. Y, por tanto, Baynana ocupa un “nicho interesante” en un mercado donde escasean los textos en árabe.  “Aquí hablan los protagonistas”, puntualiza.

Levantar este proyecto editorial ha sido una labor ardua. Y aún necesita tiempo para consolidarse. Arrancó con un pequeño presupuesto aportado por el CPJ. Y se abrió un ‘crowdfunding’ a 40 días para recaudar un mínimo de 25.700 euros y un máximo de 75.000.  Y todo indica que el primer objetivo ya está alcanzado. Antes de ayer, un tuit de la cuenta de Baynana anunciaba lo siguiente: “384 donantes individuales: a punto de conseguir el mínimo del crowdfunding. Tenemos un mes para asegurar sueldos dignos y comprar material”.

El perfil de Twitter de Baynana está cerca de tocar la barrera de los 3.000 seguidores en solo cuatro meses

Hasta ahora, la acogida en las redes sociales ha sido sobresaliente. El perfil de Twitter de Baynana está cerca de tocar la barrera de los 3.000 seguidores en solo cuatro meses. Y los mensajes de apoyo y propuestas de colaboración se agolpan en la bandeja de entrada de su correo electrónico. “No podíamos imaginar que gustara tanto la revista”, declara satisfecho Ayham. “Después de diez años de guerra, hemos encontrado en España un país seguro. Pero también vemos mucha falta de conocimiento sobre el mundo árabe. Y el crecimiento del racismo y los discursos del odio. Por eso queremos escribir sobre la comunidad  inmigrante”, recalca.

Ninguno de los cuatro fundadores son periodistas de formación. Todos aprendieron el oficio en el máster de los misiles, la muerte y la devastación de su país. Un doctorado que se ha prolongado durante más de ocho años. Muhammad Subat estudió Psicología en Damasco y, cuando estalló la primavera árabe, tenía 21 años. “No tenía entonces conciencia política pero sí las ganas de contar lo que estaba pasando en mi país”, aseguró en una tertulia organizada por Casa Árabe. Subat resultó herido en una pierna mientras realizaba un reportaje y tuvo que permanecer inmovilizado durante ocho meses en la cama.

La de Baynana es solo una muestra de la diáspora de periodistas que se ven obligados a abandonar sus casas cada año como consecuencia de la guerra y la intimidación. La de informar siempre ha sido una actividad plagada de amenazas. Y apenas uno de cada cuatro periodistas exiliados siguen ejerciendo su oficio. Baynana quiere ser un feliz ejemplo de resistencia.

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