miércoles. 24.04.2024

Hace algún tiempo inicié un artículo que quedó  así, simplemente iniciado. Empezaba dando gracias a Dios por un favor muy especial recibido: un trasplante de hígado necesario para un amigo que conozco hace mucho tiempo. Antes que llegues a preguntarte por qué no lo terminé, quiero decirte algo, solo faltó publicarlo, la verdad, creí que no sería leído por nadie. Al fin y al cabo, ¿quién podría interesarse en un trasplante? Especialmente en un lugar donde la mayor preocupación que tenemos es el quehacer diario y los compromisos sociales en que hijos y conyugues estamos envueltos. Las prisas de cada mañana para la escuela con los niños y al trabajo. Pensé, un trasplante exitoso.., no, no le interesará a nadie. 

Bien pudiera quedarme todas estas cosas guardadas para mis adentros y no revelarlas nunca, ni siquiera al beneficiado amigo, que aún sin creer en Dios recibió Su más grande bendición a través de la oración sincera que hiciera a los pies de su cama de hospital, sin que él mismo lo supiera. Sin embargo, hoy me he enterado de algo un poco más fuerte, revelador y comprobable.

No puedo calcular cuantas personas pudieron tener acceso a la edición de papel del mes de marzo que circuló junto con el Anuario 2019 de EL CORREO; quienes lo leyeron pudieron hallar allí un despliegue gigantesco del cubrimiento de la visita papal, y como parte de este, un artículo titulado 'La piel canela y los labios rasgados, pero el alma rozagante de alegría'; un texto que revela algunos detalles de la preparación y de unos servidores muy especiales que se encargaron de velar la noche entera y continuaron a lo largo del día en la custodia del Santísimo Sacramento –para los no católicos: la Santa Comunión- de cuya presencia pocos se percataron hasta el momento mismo de recibirlo. Debo citar un aparte del relato donde cuento que a los guardianes se les instruyó diciendo: "Ángeles: ustedes tendrán un privilegio que muchas personas no tienen, ¡pasarán la noche entera con Jesucristo! No le dejen solo en ningún momento, hablen con Él, díganle todo cuanto quieran y puedan, Él les escuchará amorosamente". Por favor recuerden este pequeño aparte de la historia.  Lo que viene ahora tiene mucho que ver con estas pocas líneas.

Debo anotar que el grupo de Ángeles Guardianes estuvo formado por miembros del Ministerio Extraordinario de la Santa Eucaristía de la Parroquia de San José de Abu Dhabi, y por tanto incluyó diversas nacionalidades, uno de los participantes fue Calistus Silva, oriundo de Sri Lanka, y parte del Consejo Pastoral de la misma Parroquia, hombre de fe y respetuoso del Sacramento que le fue encargado custodiar. Calistus está a punto de terminar sus seis años de servicio como ministro, y a principios del año fue diagnosticado con una enfermedad infecciosa de la vista -que de acuerdo con los diagnósticos médicos- le llevaría a la ceguera irremediable. Uno de los medios encargados del cubrimiento papal en la Parroquia de San José, se le aproximó y le entrevistó, como parte de la entrevista vino al tema el hecho del irremediable pronóstico que tenía su enfermedad y el hecho de haber decidido aceptar el llamado al Servicio por encima de su propia necesidad médica-quirúrgica, lo cual causó la inmediata curiosidad de la reportera quién sin dudarlo pregunto si Calistus creía poder ser curado por la visita del Papa Francisco. Lo cual fue respondido con la afirmación 'El Papa representa a Jesucristo, yo sirvo a Jesucristo y para Él no hay hada imposible'. 

Calistus aceptó gustoso y humildemente la llamada al servicio de Custodia del Santísimo Sacramento, aún sabiendo que las condiciones climáticas, y la larga vigilia serían difíciles de sobrellevar, pero confiado en que su noche con Jesús sería privada y realmente personal. Me cuenta Calistus que recuerda con claridad  las palabras y las reflexiones ofrecidas por los coordinadores antes de abandonar las instalaciones parroquiales, enfatiza muy alegremente en el hecho de haber comprendido que Jesús pretendía estar con él, y en su decisión férrea de complacerlo, me dice con alegría: 'me quedé junto a Él y no me cansaba de decirle: que sea Tu voluntad, Señor'.

La visita papal terminó, las cosas retornaron a la cotidianidad y Calistus retornó a los chequeos médicos pre-operatorios y a los exámenes de profundidad con los cuales se pretendía esclarecer la verdadera magnitud del daño. Al regresar para los chequeos finales, se halla con la sorpresa y el asombro de su médico: '¿cómo puede ser posible? –le dijo el doctor-, usted ya no tiene nada, no hay señales de la infección, ¡usted está sano!

Ahora bien, mencioné unas líneas más arriba que es comprobable, en primer lugar la reportera que le contactó antes le ha vuelto a contactar y está obviamente enterada de lo sucedido, y claro, pidió también que le demuestre lo que ha dicho, bueno, los resultados clínicos están disponibles, pero, más allá de lo relatado, quiero recordar los otros dos artículos relacionados con la visita papal que se publicaron en este medio, en ellos aclaré que no se debería tomar esta visita como una espectáculo de farándula, donde el centro fuera la mera figura del Papa como personaje principal, sino que por el contrario, deberíamos fijarnos en lo que verdaderamente sucedería con su visita: la primera celebración Eucarística fuera de un Templo Católico donde Jesucristo Sacramentado sería elevado a la vista del mundo entero en estas tierras; dónde el centro no era el Papa, sino el  mismo Jesucristo presente en el Santísimo Sacramento, que fue elevado a la vista del mundo entero durante la Consagración, en las manos del Papa.

Para los Católicos, este hecho representa la expresión máxima de la tolerancia que Emiratos Árabes conmemora este año 2019. Lo sucedido a Calistus no es por ningún motivo un error de dictamen, pues, tres diferentes doctores fueron consultados en búsqueda de 'otra opinión' y todos coincidieron en el diagnóstico. El poder de la fe y de la oración sincera se ha venido demostrando continuamente por siglos mediante diferentes acontecimientos, y este caso especial puede, sin lugar a dudas atribuirse a la Santa Eucaristía, el misterio que celebramos cada día durante la Santa Misa y a través del cual Jesucristo cumple su promesa de 'estar con nosotros hasta el fin de los tiempos' (Mt 28, 20) a través del Sacramento que Él mismo instituyera y nos ordenara celebrar en 'memoria' suya (Lc 22, 19-20), el cual respetamos, creemos y adoramos de la misma manera que lo pidiera Jesús la noche de su agonía. Calistus tuvo su momento con Cristo, decidió acercársele y hablarle, y pasó toda una noche a Su lado, pero no la desaprovechó pidiendo erróneamente, sino que decidió decirle 'que sea Tu voluntad', tal como María lo hiciera en el momento de la Anunciación, tal vez esta historia nos enseñe a pedir, sin exigir la cura para nuestros males, sino por el contrario, pedir que Dios haga con nosotros su voluntad.

Dios te bendiga hoy y siempre.

Hágase en mí tu voluntad, la verdadera plegaria
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