martes. 19.03.2024

Sin temor a equivocación puedo afirmar que para la mayoría de la humanidad la palabra 'muerte' es causa de temor, incertidumbre y profundo pesar.

La fe Católica se esfuerza en enseñar que el verdadero sentido de la vida terrenal es alcanzar la gloria de Dios. Pues bien, la transición de esta vida a la celestial se llama 'muerte', y por tanto, una no puede suceder sin la otra -algo que nos es muy difícil de aceptar y de entender-. Nos apegamos tanto a este mundo que sufrimos por la familia, el trabajo, la salud, los bienes que poseemos, los estudios, y hasta por nuestros propios gustos personales -especialmente cuando no podemos satisfacerlos-.

En este corre-corre diario, dejamos siempre de lado todo cuanto a nuestra fe se refiere, y, usualmente pensamos que Dios simplemente está ahí...y ya... No nos interesa educarnos en la fe, no nos atrae celebrarla en familia, ni mucho menos nos llena el participar de ella cada Domingo. Ese fui yo, uno como ustedes, ni más ni menos, uno que se limitaba a 'sentirse bien por hacer el bien', educado en una familia de seno Católico, formado en una disciplina estricta y rigurosamente militar, que continuó luego en mi vida profesional.

Bueno, pero vamos a lo que vinimos. Para quienes me rodean no es un secreto que mis noches transcurren sin sueños, desde hace muchos años simplemente no tengo sueños. Anoche fue una excepción maravillosa, cerca de la hora de levantarme al trabajo -eso creo, pues no puedo estimar un tiempo real- me vi recostado en una cama de confort indescriptible, recostado de cúbito abdominal -boca abajo-, sobre una almohada increíblemente suave, mi esposa estaba recostada a mi lado mirando pacífica y atentamente mientras unas manos perfectamente definidas que salían de un par de mangas -como de túnica- blancas se posaban en mi espalda y me decían: 'no te preocupes, ya has hecho todo cuanto te he pedido hacer, ya puedes venir conmigo', y en ese momento desperté.

Los 'especialistas ensueños' podrán tener sus propias explicaciones y seguramente aparecerán algunos al leer este artículo, pero la explicación a la que mi fe me lleva no tendrá jamás coincidencia con ellos.

Teniendo la conciencia que tengo del saber cual es el objetivo real de mi vida en esta tierra -como lo expliqué en el segundo párrafo de este documento- solo puedo explicar este 'sueño' diciendo que mi Dios me ha prometido una muerte tranquila y bella, que no causará dolor a mi esposa y que de alguna manera llegará en forma suave, sin causar angustia a nadie.

Ahora, las preguntas que me asaltan son: ¿qué he hecho para merecer estos regalos? Sí, sí, regalos: el primero es la promesa misma de paz y calma en el momento final y el segundo, la promesa de llamarme a ir a Él. Y más aún: ¿qué debo hacer para no defraudarle y asegurarme que no le haré cambiar de opinión? En este momento no tengo respuesta para ello, pero les pido su ayuda para que cuando oren, se acuerden de pedir por mí.

Y, ¿qué resulta de una experiencia como esta?

El día de hoy me levanté con una motivación más allá de lo imaginable. Mi pecho se sentía diferente, más ligero, más abierto, más lleno de Vida, lleno de Dios. Camino al trabajo, mientras rezaba el Santo Rosario, mi respiración era más profunda, y mis sentidos más agudos. Durante el día, los problemas, por difíciles que fueran, tuvieron soluciones concertadas y efectivas, más allá de esto... ninguno de ellos logró perturbar la calma que se me dio en la madrugada...

Puedo decir con certeza que es infinitamente increíble sentirse verdaderamente lleno de Dios y que la alegría de saberlo es indescriptible.

¡Él me ha prometido una muerte bella!
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