viernes. 19.04.2024

Supongo que todos los expatriados nos sentimos identificados cuando hablamos del acoso -literal- que sufrimos aquellos que vamos al volante cuando el coche que tenemos detrás comienza a echarnos las largas -luces-.

En los cinco años que llevo viviendo en Emiratos Árabes Unidos, y debido a que conduzco muchos kilómetros por el trabajo, he experimentado cientos de veces esta situación. Las causas de este comportamiento por parte de nuestros compañeros conductores son muy diversas y, a veces, inexplicables.

Está el típico que, yendo tú por el carril de aceleración a 120 o más y adelantando a la fila de coches que tienes a la derecha, circula a 150 o más por detrás y comienza a echarte la larga para que te quites. Una, dos, tres y diez veces. Son incansables. En cuanto encuentras un hueco en el carril derecho te cambias, incluso cuando la maniobra que realizas no es del todo correcta. Todo sea para que el impaciente automovilista deje de acosarte con las luces y no lo tengas que aguantar pegado a centímetros de distancia de tu vehículo.

Algunas personas sin carné o que no viven en países donde la mayoría de los conductores no se rige por las normas de circulación, sino más bien por la ley del más fuerte -sí, porque muchos de estos individuos no creen que seguir las normas de circulación sea saber conducir-, me dicen “no te apartes, que se aguanten, es peligroso”. Y yo les contesto: “me gustaría, pero también es peligroso quedarse en el carril, y no sabes lo incómodo que es conducir con alguien enloquecido detrás”.

He conocido historias de personas muy cercanas a mí que, por no apartarse del carril, han llegado a ser embestidas por detrás por el acelerado conductor. A lo mejor piensan: “mejor chocamos, esperamos a que venga el Saeed, que siempre tarda poco, y así se aparta éste ya del carril. Llegaremos antes a nuestro destino”. 

EL CASO DEL POLICÍA SECRETO

Sinceramente, yo reacciono de maneras diferentes dependiendo del humor que lleve, aunque tengo que confesar que, en ocasiones, incluso aunque esté más contenta que las gallinas llegan a sacarme de mis casillas. Creo que para mí el problema no está tanto en lo que hacen sino en que no puedo llegar a entender por qué lo hacen.

Por ejemplo, una circunstancia que experimento muy regularmente y que me deja desconcertada es ir por la autopista en un atasco donde puedes conducir como mucho a 60 u 80 kilómetros por hora -porque es un atasco- y el de detrás tuya te pone la larga sin cesar para que te apartes. Y yo me pregunto, pero ¿adónde quiere ir éste si no se puede avanzar por ningún lado? Da igual, si tienen que ir quitando coches uno por uno de su camino, merece la pena el esfuerzo y el riesgo.

Luego me digo: “no intentes entenderlo, simplemente acéptalo”. Me acuerdo que leí hace tiempo en un periódico local una encuesta a conductores en Emiratos. Lo que más me sorprendió fue la respuesta a una pregunta acerca del uso del intermitente. La mayoría contestaba que hacer uso del intermitente era un síntoma de debilidad en la carretera, de conductor novel, vamos. Sin palabras.

Otra experiencia muy curiosa que viví fue la siguiente: iba conduciendo por la ciudad tan tranquila, ya habiendo anochecido, y un coche comienza a echarme la larga. Yo pienso ¿éste qué quiere? Y sigo mi camino. Me persigue por la rotonda y continúa poniendo las largas. No cesa de hacerlo y me comienzo a enfadar. Entonces decido disminuir la velocidad y pararme para preguntarle qué hace. Se detiene también el otro vehículo y salen dos hombres, uno de ellos me muestra una placa y me dice que es policía. Y yo digo: ¿cómo iba a saber que era policía y que estaba obligada a detenerme a sus señales? No sé si normalmente en otros países el procedimiento de la policía secreta de tráfico es el mismo. Donde me saqué el carné, que es España, desde luego, no.

HASTA PARA LIGAR

Igualmente están los conductores que en la autopista ven un tramo de luces apagadas y automáticamente encienden las largas sin importarles si vienen coches de frente o tienen decenas de vehículos a su alrededor.

La última historia que quiero contar es una que me ocurrió hace unos días y que me empujó a escribir este comentario. No tiene que ver con el tema del tráfico y la carretera, pero sí con las largas. Resulta que fui a una playa pública con mi padre. Después de caminar por la orilla él decidió meterse en el agua y yo me senté en la toalla. Justo frente a mí, a escasos metros de distancia, estaba el aparcamiento con varios coches estacionados -pocos-. Uno de ellos comenzó a echarme las largas. Me quedé observando, confusa, y la persona que estaba en el vehículo -no sé quién era porque aquí hay muchos automóviles con los cristales casi negros- siguió con las ráfagas de tres en tres. Miré y sonreí.

Antes de venir a Emiratos Árabes creo que sólo conocía las largas que me ponían cuando iba al pueblo los conductores en dirección contraria para alertarme de la presencia de la pareja de la Guardia Civil. Pero aquí he aprendido que pueden resultar mucho más útiles. Sirven casi para todo. Incluso para ligar.

Los mil perniciosos usos de las luces largas en Emiratos Árabes
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