domingo. 28.04.2024

Los países productores de hidrocarburos de la región MENA, que incluye a Oriente Medio y el norte de África, se enfrentan a un desafío mayúsculo en los próximos años. La amenaza ya incontrovertible del cambio climático los obliga a transformar sus sistemas energéticos basados en los combustibles fósiles para frenar de forma drástica la emisión de gases de efecto invernadero. Ese es el compromiso planetario adquirido en las cumbres del clima de los últimos años y los países árabes, principalmente los del Golfo, parecen dispuestos a tomar decisiones serias en esta dirección.

Un informe publicado por el Instituto Europeo del Mediterráneo (IEMed) examina el impacto que representará en términos económicos y políticos la transición energética que deberán poner en marcha países cuyo sistema social descansa en gran medida sobre la exportación masiva de hidrocarburos. “La región MENA es una de las piedras angulares del sistema energético global”, explica el documento, firmado por Manfred Hafner, investigador de la Escuela de Asuntos Internacionales de París, y Paolo Raimondi, profesor de la Universidad Católica de Roma. Baste decir que en este área del planeta se encuentra el 52% de las reservas mundiales de petróleo y el 43% de las de gas.

Gracias a sus enormes recursos naturales, algunos de estos países se han beneficiado durante las últimas cinco décadas de ingresos extraordinarios derivados de las exportaciones de hidrocarburos. La principal función de sus estados, argumentan los autores del estudio, se ha centrado en asignar y distribuir toda esta excepcional riqueza entre sus ciudadanos, que no han tenido que hacer frente a ningún tipo de carga tributaria para sostener los servicios públicos, como sí sucede en la inmensa mayoría de países del mundo. “No hay otra región que represente una interacción tan profunda entre petróleo, economía y política”, señala el texto.

Hafner y Raimondi sostienen que los países productores de hidrocarburos en la región MENA se van a ver “profundamente afectados” por la transición energética que el planeta deberá pilotar en los próximos años. Muchos de ellos, sin embargo, ya están dotados de recursos de energía renovable, fundamentalmente solar y eólica, lo que les permitirá armonizar la transformación y diversificar su economía, tradicionalmente supeditada a la exportación de crudo.

La energía está en el centro de las políticas climáticas globales, ya que representa el 75% de las emisiones de gases de efecto invernadero. El objetivo de la comunidad internacional es reducir del 80% del suministro mundial energético, basado en hidrocarburos, al 20% en 2050. Paralelamente, se pretende aumentar las renovables del 12% al 66% en el año 2050. Para lograr esta meta, aducen los expertos, la región MENA es un “componente crucial” para el éxito de la transición energética global.

Según el informe publicado por el IEMed bajo el título ‘Transición energética y perspectivas para los países productores de la región MENA’, no fue hasta la Cumbre del Clima COP26, celebrada en Glasgow en 2021, cuando los países productores del mundo árabe alcanzaron un compromiso serio para combatir el calentamiento global. Hasta entonces, su actitud había sido calificada de “obstruccionista” por algunos medios. De hecho, cinco países del Consejo de Cooperación del Golfo han expresado su compromiso con la neutralidad del carbono a mediados de siglo y han puesto en marcha ambiciosos programas de energías limpias con una capacidad de generación eléctrica de entre un 14% y un 50%.

Además, algunos de estos estados se han incorporado a iniciativas internacionales que persiguen frenar el calentamiento global. Es el caso, por ejemplo, de Emiratos Árabes Unidos y su alianza con EEUU para impulsar la Asociación para Acelerar la Energía Limpia (PACE) adoptada en la COP27 de Sharm El Sheikh. El objetivo del acuerdo es captar 100.000 millones de dólares en financiación, inversiones y apoyos de distinto signo para desplegar globalmente 100 gigavatios de energía verde en el horizonte del año 2035.

La transición energética, con todo, no afectará a los países del Golfo en la misma medida. Los estados con mayor población y más joven se enfrentan a obstáculos más complejos, según analiza el informe del IEMed. Irak y Arabia Saudí experimentarán crecimientos demográficos notables hasta el año 2024, lo que repercutirá negativamente en la disminución de ingresos per cápita. Emiratos Árabes Unidos y Qatar cuentan con censos poblacionales sensiblemente inferiores.

Otro de los factores decisivos para hacer frente al desafío climático tiene que ver con la inestabilidad política y los problemas de gobernanza, cuya incidencia complicará gravemente la diversificación energética y las perspectivas económicas. Es el caso de Irak y de Libia, que se verán obligados a centrar sus esfuerzos en maximizar sus ingresos por petróleo en el corto plazo para reconstruir sus infraestructuras y reflotar una maltrecha economía destruída por la guerra.

Los países del Golfo, en cambio, se encuentran en mucha mejor situación para conducir la transición energética y explorar nuevas vías de diversificación. Disponen de grandes reservas e instituciones financieras sólidas, como es el caso de los fondos soberanos, para promover la transformación energética y hacer frente a las dificultades que, con toda seguridad, surgirán en todo el proceso. Se trata, además, de países muy estables desde el punto de vista político e institucional, una condición indispensable para atraer inversiones hacia el sector energético.

Los expertos auguran una disminución de la demanda de petróleo más rápida que en el caso del gas, cuyo combustible sigue siendo fundamental para la descarbonización de ciertos sectores. Arabia Saudí, Qatar y Emiratos Árabes Unidos han logrado disminuir la intensidad del carbono, gracias a la baja quema, la reducción de fugas de metano, la mejora en la eficiencia energética y otros métodos más limpios de generación. Y, en general, los países de la región MENA trabajan en la búsqueda de soluciones para descarbonizar su sistema energético doméstico, que aún hoy depende en exceso de los combustibles fósiles.

El informe indica que, aún en el caso de que estos países logren producir energía limpia suficiente para exportar, no obtendrán los rendimientos extraordinarios que les han proporcionado durante décadas los hidrocarburos. En este sentido, algunos estados de la zona ya trabajan en la generación de hidrógeno azul y verde, así como de amoníaco. Arabia Saudí, por ejemplo, desarrolla un proyecto de hidrógeno verde y amoníaco estimado en 5.000 millones de dólares con capacidad para producir 1,2Mt de amoníaco verde, la mayor instalación de esta naturaleza en el mundo. El objetivo de Saudí Aramco es convertirse en el mayor productor mundial de hidrógeno azul en el año 2025. Ya en 2020 y 2022 exportó cargamentos de amoníaco azul a Japón y Corea.

Emiratos Árabes Unidos también trabaja intensamente en generar combustibles limpios. La Autoridad de Agua y Electricidad de Dubai, en compañía de Siemens Energy, lanzó un proyecto de hidrógeno verde a escala industrial en 2021. Omán ha invertido 140.000 millones de dólares en una vía de generación de hidrógeno verde y se plantea exportar energía en un corto plazo, pese a sus limitadas reservas de hidrocarburos. Qatar también se propone construir la planta de amoníaco azul más grande del mundo. Argelia quiere abrirse camino en la producción de hidrógeno pero carece de marco regulatorio y no tiene recorrido todavía en renovables.

Los investigadores creen, no obstante, que los combustibles fósiles seguirán desempeñando en el futuro un papel mundial significativo. “Cero neto no significa que ya no exportarán petróleo”, señala el informe. Los ‘petroestados’ no desaparecerán y las renovables no jugarán el mismo papel en los presupuestos gubernamentales, toda vez que no generarán los mismos rendimientos económicos que los hidrocarburos.

En sus conclusiones, el documento subraya el vuelco en las estrategias energéticas del grupo MENA desde el año 2021. “La transición energética de los países productores está enfocada en promover las renovables, sobre todo la solar y la eólica”, subraya el texto. Primero orientadas al mercado interno y, después, a la exportación con el objeto de “asegurar los ingresos y preservar el modelo político y socioeconómico”.

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