sábado. 27.04.2024

Mi bautismo, vestido de Mao

"Allá estuve con mis padres, posando los tres sonrientes, uniendo la expresión cultural comunista china con la tradición católica"
Dixon Moya, autor del texto, con sus padres-abuelos, vestido de una especie de niño Mao, con chaqueta y boina verde oliva, durante su bautismo en Colombia.
Dixon Moya, autor del texto, con sus padres-abuelos, vestido de una especie de niño Mao, con chaqueta y boina verde oliva, durante su bautismo en la Catedral Primada de Bogotá.
Mi querido amigo, Gerardo Sánchez, cinéfilo empedernido y condenado, sin posibilidad de redención, me compartía que su traje de primera comunión fue de marinerito y me hizo recordar, no mi vestido de ese particular sacramento, sino del primero, el del bautismo, pues a diferencia de la mayoría de niños bautizados, no lo recibí recién nacido, sino ya más crecidito, ceremonia que tuvo un detalle muy particular, que compartiré a continuación.

Como saben mis amigos, yo fui criado por mis abuelos maternos, Carmen Rosa Medellín y Laurencio Acosta, para todos los efectos, mis padres, de allí que mis apellidos literarios sean Acosta Medellín. Desde los seis meses de edad estuve con ellos, por lo cual, difícilmente guardo recuerdos anteriores a esas fechas. Ahora bien, por diferentes razones, no fui bautizado sino hasta que tenía cuatro o cinco años es decir que estuve durante un buen tiempo, con el riesgo de quedar en el limbo, ese espacio indefinido a donde llegaban los no bautizados, porque tengo entendido que la iglesia ya eliminó la creencia en ese lugar.

Ahora bien, imagino que eso no era raro, pues mis padres eran liberales en materia política e ideológica, que en Colombia equivalía a ser de centro izquierda en alguna época, cuando el partido liberal realmente era una agrupación progresista y no una colectividad plegada al gobierno de turno. Ellos habían sido desplazados, tuvieron que huir de la violencia partidista emprendida por los gobiernos conservadores en los años cuarenta y cincuenta que dejaron muerte, injusticia y una herencia de conflicto que todavía sufrimos los colombianos.

Es posible que Carmen y Laurencio tuvieran una relación compleja con la iglesia católica, porque siendo cristianos y creyentes, algunos clérigos tuvieron una gran responsabilidad en la persecución contra los liberales en los pueblos conservadores, arengando desde los púlpitos en contra del partido liberal y sus consignas en pro de un estado laico de derecho, ser liberal equivalía a ser pecador y de los peores. Sin embargo, al mismo tiempo estaban agradecidos con el sacerdote de Gachetá, su pueblo en Cundinamarca, quien por su simpatía personal hacia ellos, les alertó que estaban planeando atentar contra sus vidas.

Carmen, quien había sido profesora toda su vida y Laurencio, un autodidacta, lector enfermizo, seguramente fueron aplazando el tema del bautismo, hasta que el niño que esto escribe, fue creciendo y me imagino que más para facilitar trámites de identificación y estudio futuros, tomaron la decisión del bautismo. Ahora bien, usualmente los niños que van a ser bautizados suelen ser bebés y van vestidos de blanco pulcro, para representar la pureza, pero en mi caso, fue totalmente diferente, me vistieron como una especie de niño Mao, con chaqueta y boina verde oliva (a la que le faltaba la estrella roja, pero eso habría sido el colmo).

Laurencio era suscriptor de una revista que llegaba a casa quincenal o mensualmente, que se me antojaba gigantesca, cuyas fotografías e ilustraciones eran de unos colores inusualmente vivos e intensos. China Hoy, se llamaba la publicación, si mi endeble memoria no me traiciona, en la cual se solían ver jóvenes y niños chinos, vestidos con el traje clásico del líder de la revolución cultural Mao Zedong. Dónde y cómo consiguieron aquel trajecito, no tengo idea, pero supongo que fue mandado hacer con un sastre o modista, que eran los calificativos para los profesionales del diseño y la costura por aquellos días.

Mi bautismo, fue por lo alto, en la Catedral Primada de Bogotá y allá estuve con mis padres, posando los tres sonrientes y aunque la vieja y ajada fotografía sea en blanco y negro, imaginen al pequeño vestido verde oliva, uniendo la expresión cultural comunista china con la tradición católica.

Qué mis padres tenían un gran sentido del humor, no se puede negar. Ahora bien, espero que esta confesión pública, por fuera del confesionario de mi parroquia, no signifique que me anulen el bautismo y demás sacramentos o que sea expulsado de la iglesia, porque yo a diferencia de mis queridos padres, soy muy católico, apostólico y colombiano.

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Dixon Moya es diplomático colombiano de carrera, escritor por vocación, lleva un blog en el periódico colombiano El Espectador con sus apellidos literarios, en el cual escribe de todo un poco: http://blogs.elespectador.com/lineas-de-arena/  En Twitter (a ratos muy escasos) trina como @dixonmedellin.

Mi bautismo, vestido de Mao
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