sábado. 27.04.2024

Lisandro Duque Naranjo, una vida dedicada al cine

Cineasta y escritor colombiano tan certero y sensible con las imágenes como con las palabras
Lisandro Duque Naranjo. (Fuente externa)
Lisandro Duque Naranjo. (Fuente externa)
Siguiendo el consejo de mi madre Carmen Rosa Medellín, en el sentido que los homenajes hay que hacerlos en vida, porque las flores son para las personas y no para los cementerios, hoy quiero dedicar esta columna a un cineasta y escritor colombiano, alguien que es tan certero y sensible con las imágenes como con las palabras.

Lisandro Duque Naranjo nace en la ciudad de Sevilla, Departamento del Valle en Colombia, un 30 de octubre de 1943 y deseo celebrar esos 80 prolíficos años, con un agradecimiento especial como colombiano y cinéfilo, para quien comentaba alguna vez que la película que lo conmovió de niño y en cierta forma decidió su destino fue Shane el desconocido de George Stevens.  Lisandro Duque es antropólogo, egresado de la Universidad Nacional de Colombia, pero su vocación ha sido la cinematografía, aunque la ciencia humana que estudió le brindó una mirada especial para reflejarla en el lente y la pantalla, así como la preocupación por los temas sociales y humanos.

Duque desde que era un joven estudiante de secundaria en la ciudad de Pereira, ya era inquieto gestor cultural, fundando periódicos como Idearium o las Peñas Culturales en el teatro La Candelaria en Bogotá, con Nelson Osorio, Patricia Ariza, Carlos José Reyes y Santiago García, portentos de la cultura colombiana. Mientras combinaba sus estudios en la Universidad Nacional, dirigió el mítico cine club Ocho y Medio. Dicen que lo expulsaron de la universidad, no me consta (luego volvería como profesor). Empezó su labor como crítico de cine en el Magazín Dominical de El Espectador. Comenzaría haciendo cortos cinematográficos, con el premiado Favor correrse atrás (1974) (frase habitual de los conductores de autobuses para los pasajeros embutidos en esos medios de transporte), después ya no pararía.

En 1982 llegaría su primer largometraje, El Escarabajo, una de las mejores películas sobre ciclismo que recuerdo, tomando la figura de un ficticio ciclista colombiano. Luego estrenaría dos películas que tuvieron repercusión, Visa USA y la producción Milagro en Roma, con guion de Gabriel García Márquez, parte de una serie llamada Amores Difíciles coproducida con RTVE de España. En los noventa, realizaría para televisión, las versiones más aclamadas de dos novelas fundamentales en la historia colombiana, La Vorágine de José Eustasio Rivera (obra literaria que cumple cien años en 2024) y María de Jorge Isaacs. De 1994 a 1996 fue el director general de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, Cuba, la misma que fundó García Márquez (el largo nombre de la escuela parece puro realismo mágico).

Duque Naranjo estuvo involucrado en varios proyectos con el genial Gabo, recuerdo con especial cariño la película Los Niños Invisibles (2001), una de las mejores cintas relacionadas con la nostalgia de un adulto sobre un episodio de su infancia. Esa película me dio la oportunidad de tener contacto con el director, porque en su momento, le pedí su permiso por correo electrónico, para proyectarla en un evento cultural en Abu Dhabi, cuando me encontraba encargado de la Embajada de Colombia en los Emiratos Árabes Unidos. Encontré un ser humano afable y cercano, como el mismo narrador que aparece al inicio y fin de la película tecleando en un computador.

En el siglo XXI, dirige las películas Los actores del conflicto, El soborno del Cielo, a la par que es profesor de la Maestría de Escrituras Creativas de la Universidad Nacional y de la Universidad Central, en donde llega a ser director de la carrera de cine. El Soborno del Cielo, tiene como fuente, su propia experiencia como niño que deseaba ser santo, mientras su madre deseaba que fuera sacerdote, pero él tenía aspiraciones mayores y puso tanto empeño que se convirtió en ateo, en lo que le sirvió un libro de George Bernard Shaw, en donde descubrió una frase: “He sido bueno sin asustarme ante el soborno del cielo”. Porque, aunque no pudo ser santo, ha intentado ser buen ciudadano, sobre ser buen director de cine y televisión, no nos cabe duda.

Fue también director de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Colombia. Entre el cine y la literatura, ahora se dedica a la escritura, como la publicación de su novela Las Reglas del Fuego, no ha dejado de escribir su columna semanal en El Espectador, por la cual recibió el premio nacional Simón Bolívar de periodismo, como mejor columnista de opinión, aunque ya no hace crítica de cine, al menos de forma habitual, aquel que fue su primer oficio relacionado con las letras y las imágenes, dice que dejó de escribir crítica, cuando comenzó a hacer películas.

Larga vida al cine y la escritura de Lisandro Duque Naranjo y a él mismo, por supuesto.

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Dixon Moya es diplomático colombiano de carrera, escritor por vocación, lleva un blog en el periódico colombiano El Espectador con sus apellidos literarios, en el cual escribe de todo un poco: http://blogs.elespectador.com/lineas-de-arena/  En Twitter (a ratos muy escasos) trina como @dixonmedellin.

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