Sin ánimos de hacer spoiler, quisiera compartir el valor del liderazgo situacional que se presenta a lo largo de las más de dos horas de la película: la importancia de saber delegar, de conseguir la asignación de tareas a los más aptos para ellas, de apoyar al equipo –aunque no estemos de acuerdo con las decisiones colectivas–, de ser capaces de dar el todo por el bien mayor; en fin, de ser un verdadero líder bambú.
Más allá de la capa religiosa y de lo que somos capaces de hacer los seres humanos para sobrevivir, esta película nos recuerda lo imperfectamente perfectos que somos cuando estamos sometidos a situaciones extremas.
Nunca deja de ser propicia la oportunidad para recordar lo relevante de valorar los pequeños milagros de los que somos testigos a diario y que muchas veces pasamos desapercibidos, ya sea por estar concentrados o distraídos en el día a día, sin pensar que el solo hecho de despertar sanos, confortables y a una temperatura agradable ya es una gran ganancia.
Por último, pero no menos importante, quisiera reconocer el esfuerzo de producción, dirección de fotografía y actuación en la película, pues más allá de haber recreado a la perfección escenas originales de esta increíble historia, el nivel de compromiso de los actores al someterse a grandes modificaciones físicas para darle veracidad al relato hace que me quite el sombrero para mostrar admiración a su esfuerzo y dedicación.
Mención aparte merece la mirada de los que no sobrevivieron ya que, con sus acciones y decisiones, marcaron de manera positiva a los que sí pudieron vivir para contarlo.
No hay necesidad de vivir un evento de tal magnitud como los protagonistas del milagro de Los Andes para conectar con nuestro propósito y legado. ¿Qué estás haciendo hoy para lograr que tu vida tenga significado?
¡No perdamos de vista nuestra capacidad para trascender y dejar una huella en nuestro entorno!
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