domingo. 28.04.2024

Una tarde especial

"Vengo de dar un paseo por esta maravillosa ciudad en el que cada día puedes vivir una nueva aventura, de conocer a gente que el día que regresé a mi país,siempre quedarán en mi corazón"

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Llegó a Arabia tan solo con una maleta y una caja llena de libros que fue incapaz de dejar atrás.Desde el primer momento le fascinaron los olores y colores de aquella gran ciudad. Las calles olían a perfume, una mezcla de jazmín, almizcle y agar, que los mercaderes quemaban a la entrada de las tiendas para atraer a los clientes.

Las mujeres llevaban velos que cubrían sus rostros, a través de los cuales se podían ver su preciosos ojos negros maquillados de aquella manera tan espectacular que solo las mujeres de Oriente Medio sabían llevar.

Paseaba a menudo por la zona más antigua de la ciudad, entre los zocos, callejuelas sin fin y entraba en las tiendas donde le encantaba regatear y comprar pashminas y alfombras.Qué magia tenía aquel lugar…..

Su lugar favorito era aquel pequeño hotel lleno de galerías de arte, donde se sentaba en las tardes de invierno a pintar cuadros de carboncillo que tanto le gustaban.

Después de pintar aquellos cuadros solía comer en la cafetería azul y blanca de la esquina, aquel sitio con tantas especialidades. Su plato favorito era el biryani con gambas y las bebidas de limón y menta.

Las tiendas de uno de los barrios hindúes más grandes de la ciudad estaban aún abiertas y a un paso de allí.Terminó de comer y fue caminado hacia ellas, quería comprar algunas cosas. Allí se podía encontrar de todo. Se acercó a un chico que estaba apoyado en la puerta de una tienda y le preguntó: —¿Sabes dónde venden fuegos artificiales? En aquella ciudad estaba prohibida su venta.

Él le dijo:— sí, sígueme. Y la llevo dentro de una tienda donde le mostró fuegos artificiales de todo tipo. Los tenía guardados para venderlos, se acercaban las celebraciones de Diwali

Entonces le preguntó que cuántos quería y ella le dijo que solo unos cuantos, que solo los quería para hacer una pequeña celebración en su casa. En unos días celebrarían la noche de Guy Fawkes,como cada 5 de noviembre, y no podían faltar las luces de los fuegos. 

El chico sonrió y le dio 4 cajas, no sin antes advertirle que no podía darle más, que los tenía que guardar para el resto de sus clientes, que vendrían de todas partes de la ciudad, que la fiestas de Diwali se acercaban y los hindúes los necesitaban. Ella le dio las gracias, pagó y cogió sus cajas que escondió antes de salir en su bolso para que nadie viese lo que había comprado.

Deja tus zapatos en la entrada del templo, debes de pasar por delante sin hacer ruido y llama a la puerta, la tienda es de mi prima, te enseñará todo lo que tiene, dile que vas de parte de Raúl y dale esto. Y le dio un saquito que llevaba una llave dentro

El chico salió a la puerta y le dijo antes de salir:— ¿ Estás segura de no querer ver otras cosas antes de irte?

—¿Qué más me puedes ofrecer?—-Ella respondió.

—¿Has estado en Little India? —dijo el chico.

—-Sí, lo conozco.

—-Deberías de volver por allí, hay una tienda que vende unas pulseras preciosas. La tienda no tiene nombre, es la segunda a la derecha al lado del templo. Deja tus zapatos en la entrada del templo, debes de pasar por delante sin hacer ruido y llama a la puerta, la tienda es de mi prima, te enseñará todo lo que tiene, dile que vas de parte de Raúl y dale esto. Y le dio un saquito que llevaba una llave dentro.

Ella le preguntó:— ¿Para qué es la llave?

Y el contestó:— lo descubrirás cuando llegues allí.

La chica le dio las gracias y cogió la bolsita. 

Eran las 5.30 de la tarde y pronto se haría de noche, no le gustaba caminar sola en la oscuridad por Little India, pero no quería volver a casa sin entregarle aquella llave a la prima de Raúl. Así que se apresuró, el templo estaba cerca de allí. Según iba caminando por la calle los vendedores hindúes le iban ofreciendo cosas a la puerta de las tiendas, las carretillas de madera empujadas por aquellos hombres de Afganistán y Paquistán le cerraban el paso,preguntándole si quería que le llevaran sus bolsas.

—- Porter! Porter! Do you need a porter? —gritaban al verla pasar.

Ella les esquivó rápidamente y siguió caminando.

Por fin llegó al templo. Como le había indicado Raúl,se quitó los zapatos y los dejó a un lado, medio escondidos  por miedo a que alguien se los quitara. Pasó por delante y se paró delante de la segunda tienda a la derecha y tocó a la puerta, casi sin hacer ruido.

Una chica hindú de pelo rubio y ojos azules le abrió la puerta.—- Hola— le dijo— ¿En qué puedo ayudarte?

—Vengo de parte de tu primo Raúl, me ha dado esto para ti— le contestó, dándole el saquito.

La chica rubia de ojos azules, le dejo entrar.

—-Ven, voy a enseñarte unas pulseras preciosas. Las he hecho yo.

La chica sacó la llave del saquito y abrió una vitrina que tenía detrás de la puerta, cubierta con una sábana vieja.

—-Acércate, no tengas miedo— le dijo.

Ella se acercó para ver la pulsera. Era preciosa, verde, del color de las esmeraldas.Nunca había visto nada igual.

—-¿Cuánto cuesta?— preguntó.

—Solo lo que tú quieras darme— le dijo la chica. Es una pulsera especial que siempre te acompañará en tu camino.

Ella le ofreció 100 dirhams, que la vendedora aceptó con una sonrisa. Metió la pulsera en una caja y se la entregó.

La vendedora le preguntó antes de salir :— ¿De  que país eres?

Y ella respondió: —Soy de un lugar lejano que está en Europa, cerca de Francia y Portugal, que espero que algún día puedas visitar.

La chica  le dijo adiós guiñándole un ojo. Y ella se despidió con la mano.

Se fue, pasando antes por delante del templo donde esperaba poder recoger sus zapatos, pero ya no estaban allí, así que tuvo que seguir caminado descalza hasta la parada de taxis.

Ya se había hecho de noche y quería llegar pronto a casa, paró un taxi y se metió en él. 

—¿Dónde vives?—  preguntó el taxista.

Cerca del desierto—  contestó ella. Lléveme rápido, por favor.

Dentro de la caja había algo escrito, que apenas se podía leer. Se tuvo que poner las gafas para verlo. “Ama a quien te mire como si fueras magia”, decía el mensaje

El taxista hizo lo indicado. La chica sacó las cajas de fuegos artificiales del bolso y la cajita de la pulsera y las puso encima de sus rodillas.

Abrió la caja, sacó la pulsera de color verde y se la puso. Dentro de la caja había algo escrito, que apenas se podía leer. Se tuvo que poner las gafas para verlo. “Ama a quien te mire como si fueras magia”, decía el mensaje.

La chica llegó a casa y llamó a la puerta. Su marido la recibió preguntándole:— ¿De dónde vienes?

Ella le contestó: —-De dar un paseo por esta maravillosa ciudad en el que cada día puedes vivir una nueva aventura, de conocer a gente que el día que regresé a mi país,siempre quedarán en mi corazón. De llenarme del color de esta pulsera para poder vivir la vida con esperanza e ilusión. De comprar fuegos artificiales para llenarte el cielo de color.

Y él la miró a los ojos como si fuera magia y la noche se cubrió de color púrpura.

Una tarde especial
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