viernes. 26.04.2024

La primera imagen que tengo de Emiratos Árabes Unidos la recibí a través de la ventanilla del avión que me trajo a este país, a principios del año 2003. Una explosión de luces nocturnas multicolor que me asombró, pues imaginé un ambiente mucho más desértico. En mi maleta, más que mi ropa, traía un montón de sueños que esperaba poder hacer realidad en este país. Lo que más me asustaba era mi escaso conocimiento del idioma, que por aquel entonces manejaba en un nivel muy básico. Sin embargo, como todo inmigrante, mis deseos de progresar eran más grandes que los obstáculos iniciales y la tristeza inevitable de encontrarme ahora separada por miles de kilómetros de los míos. Recuerdo que entonces pensé: “¡Adelante, siempre adelante, y para atrás, ni para tomar impulso!”

Al día siguiente pude ser testigo de lo que la noche escondió: un lugar asombrosamente verde para tratarse de un desierto, con construcciones modernas y llamativas, unas calles muy limpias y en general, un lugar lleno de vida.

En los días posteriores estuve recorriendo Dubai, me maravillé con estructuras que en aquella época empezaban a ser los iconos mundiales de la actualidad, como el Hotel Burj Al Arab, el Jumeirah Beach Hotel o las Emirates Tower, sobre la Sheikh Zayed Road. Mis lugares favoritos para salir o ir de compras eran el Mercato Shopping Mall, con su aire Mediterráneo, Deira City Centre, o Wafi Mall, que para aquel entonces tenían la mitad de las dimensiones actuales. En esos días no existía el Burj Khalifa, Dubai Festival City, Mall of the Emirates, Dubai Mall o The Walk JBR, por nombrar algunos sitios emblemáticos de los que tanto inmigrantes como turistas disfrutamos hoy día.

Es increíble lo que este país ha cambiado en sólo una década, y podría decir que de alguna manera, también lo he hecho yo en estos años vividos aquí. Quieras que no, el estar en un entorno tan distinto al propio hace que te conviertas en una persona más tolerante en tu forma de ver a otros, de conocerles, de aceptarles y de aprender que a pesar de las diferencias, es posible encontrar puntos de unión y convivencia pacífica cuando se trabaja por ello.

Hoy, habiendo sido esposa y además madre de una niña por la que corre sangre árabe, regalos también de este país, me siento agradecida por haber encontrado un lugar en el mundo en el cual evolucionar personalmente y poder sentirme siempre bienvenida y acogida, en el cual he podido prepararme profesionalmente, trabajar de forma independiente y formar una familia propia, que va más allá incluso de los lazos de sangre.

Por supuesto mi tierra (en alusión a Colombia), la que dejé atrás, la sigo llevando en mi corazón, y eso nada lo hará cambiar, pero el ser inmigrante me ha abierto al conocimiento de otra forma de ver y entender la vida, y aún más, me ha permitido experimentarla por mí misma desde la libertad que da el seguir conservando mi cultura y raíces, las más profundas.

Los profundos cambios de Dubai a los ojos de una colombiana
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