viernes. 26.04.2024

A unos 30 kilómetros al sur de la ciudad de México, desafiando a los visitantes que se atrevan a visitarla navegando por los bellos canales de Xochimilco, se encuentra uno de los destinos más desconcertantes y estremecedores del país: la isla de las muñecas, un lugar de visita obligada para cualquier amante de las emociones fuertes que desee empaparse de la tétrica atmósfera que se respira en este inquietante entorno.

Según informa el periodista Javier Peinado en eldiariony.com a diferencia de otros rincones con leyenda de la geografía hispanoamericana, donde las raíces del misterio parecen perderse en un laberinto de mitos, folclore e historias contradictorias, el origen de la isla de las muñecas parece partir de una única persona que habría dotado a esta isla con la espeluznante particularidad que le ha dado fama en todo el planeta: la presencia de cientos de muñecas cuyas cabezas, brazos y piernas cuelgan de los árboles del terreno en una estampa de pesadilla difícil de olvidar. Dicho hombre es Julián Santana Barrera, guardián de la isla cuya vida cambió en el momento en el que, supuestamente, habría observado impotente a una niña pequeña ahogándose en la orilla. Trastornado por el atroz suceso y sintiéndose culpable por no haber podido salvarle la vida, Julián colgó de un árbol una muñeca que encontró cerca del cadáver como muestra de respeto y duelo por el alma de la pequeña, dando inicio a la macabra tradición que convertiría a este lugar en punto de encuentro para aficionados a lo sobrenatural.

Y es que, de acuerdo a la leyenda, la muerte de la niña obsesionó hasta tal punto al torturado hombre que poco a poco fue ampliando la colección con nuevas adquisiciones- algunas aterradoramente realistas, otras terriblemente desfiguradas– todas ellas conformando un desolador paisaje de miradas vacías y angustia infantil capaz de helar la sangre al más valiente.  Hay quien dice que las muñecas, comenzando por la original que acompañó a la víctima ahogada, están embrujadas y poseídas por espíritus malignos, y que fue esta perniciosa influencia la que empujó a Julián a realizar la metódica recolección más allá de su sentimiento de culpa.

De un modo u otro, y de forma irónica, el destino del coleccionista de muñecas quedó trágicamente ligado al de aquella niña cuando, cincuenta años después de colgar su primera pieza, su cuerpo fue hallado en el mismo claro donde él mismo dijo se ahogó la muchacha. Un final digno de una de película de terror para una historia que se dio a conocer en todo el mundo cuando el Gobierno mexicano decidió abrir las puertas de la isla al turismo en 2001, poco después de la muerte de Julián. Un hombre con una misión que a día de hoy todavía no logramos comprender, pero cuyo legado se encuentra al alcance de cualquiera que desee aventurarse en los canales y cruzar sus ojos con el de los cientos de miradas perdidas que custodian desde hace décadas esta isla tan especial.

Una isla de ultratumba en los canales de México
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