domingo. 08.09.2024

¿Por qué estoy extrañando el tiempo de la pandemia?

"Puede que a este mundo desquiciado con las guerras y el cambio climático acelerado por nuestra ambición, arrogancia, ignorancia e indolencia, no le caiga mal otro fenómeno que nos permita recapacitar de nuevo"
La pandemia nos obligó a cuidarnos entre todos, y a generar un sentimiento de responsabilidad general. (pxhere.com)
La pandemia nos obligó a cuidarnos entre todos, y a generar un sentimiento de responsabilidad general. (pxhere.com)
En primer lugar, no quiero que este título sea mal interpretado, el 2020 fue en lo general, pero además en lo personal, un año muy duro, en el cual sentí por primera vez agotamiento laboral extremo, aparte de circunstancias familiares, con novedades de salud en mi entorno, que afortunadamente vamos superando con mi esposa Patricia. En este caso, la reflexión va por otro lado.

La pandemia del Covid-19, ha sido el verdadero evento global que nos igualó a todos los seres humanos, al menos en lo corrido del siglo XXI, siempre habrá situaciones en determinadas partes del mundo, que en mayor o menor medida afectan a otras personas en regiones distantes, pero aparte de las guerras mundiales que asolaron medio mundo, esta pandemia en tiempos de las redes sociales y de Internet como cordón umbilical del planeta, tuvo un significado especial. Por ello, deseo buscar elementos positivos en aquella tragedia.

La pandemia nos obligó a cuidarnos entre todos, a generar un sentimiento de responsabilidad general. El hecho de ponernos una mascarilla o tapabocas, no sólo para resguardarnos en nuestra individualidad, sino también para proteger a los demás. Ese pedazo de tela que algunos seguimos utilizando en los medios de transporte públicos o recintos cerrados con mucha gente y mucho más, si sentimos síntomas de gripe o resfriado, fue una herencia de responsabilidad colectiva.

Tuvo un efecto positivo en el clima mundial, ahora que estamos abocados a este destino de la inestabilidad climática, derivada de la locura humana. El hecho de no tener tantos aviones en el cielo, ni automóviles en la tierra y con la gente encerrada, provocó que plantas germinarán en sitios inimaginables o ver animales, incluso algunos de los denominados salvajes, que seguramente lo que estaban haciendo era regresar a sus sitios originarios, invadidos posteriormente por los seres humanos.

No hubo guerras, los conflictos armados pararon. Estábamos ocupados salvando vidas humanas y no eliminándolas. El temor a la enfermedad, pero también el dolor de ver partir a familiares, amigos y personas a nuestro alrededor nos proporcionó un manto de solidaridad, incluso con gente que no conocíamos, pero cuyas historias nos llegaban por los medios de comunicación o las redes sociales.

La reclusión facilitó la unión familiar, conocí de casos, de familias que recuperaron sus lazos, afectados hasta entonces por los compromisos laborales y sociales. Volver a reunirse alrededor de la mesa a la hora de las comidas, o sentarse en el sofá para ver televisión o una buena película, escuchar música o sencillamente hablar, recuperar el ancestral vínculo de la tradición oral. Seguramente hubo otros que no superaron la reclusión en pareja, pero eso también fue positivo, una prueba fundamental para determinar la fortaleza de una relación.

Por fin, aprendimos y emprendimos nuevas cosas, supe de amigos que hicieron pan o se convirtieron en máster chefs para sus familias. Algunos aprendimos a ejercitarnos en un metro cuadrado, cuando antes no hacíamos ejercicio al aire libre o en gimnasios.

"No hay consideración por los niños o ancianos y sí una polarización política con personajes que han hecho de la infamia, la grosería y la mentira sus herramientas para conseguir votos y adeptos"

Sin embargo, pasada la temporada crítica de la pandemia, no sabemos en donde dejamos aquellas lecciones. Hemos vuelto a las andadas, con un desprecio total por este planeta y el cuidado de sus escasos recursos. Como especie, estaríamos condenados a un suicidio colectivo, con guerras cada vez más crueles, en donde no hay consideración por los niños o ancianos, polarización política con personajes que han hecho de la infamia, la grosería y la mentira, sus herramientas para conseguir votos y adeptos.

No quisiera volver a vivir la pandemia del 2020, al menos como me correspondió, con un trabajo que superó cualquier límite y con la aparición de un cáncer que mi esposa Patricia ha venido combatiendo y superando con una valentía, fuerza y determinación que me produce una admiración, que raya en idolatría, pues se funde con el amor que le profeso. Quizás, cuando volvamos a tener una pandemia similar, porque así será, tarde o temprano y si pudiera escoger, sería en una casa campestre, con espacio y tiempo para leer y escribir, pero siempre con Patricia.

Sin embargo, viendo el actual panorama, puede que a este mundo desquiciado con las guerras y el cambio climático acelerado por nuestra ambición, arrogancia, ignorancia e indolencia, no le caiga mal otro fenómeno que nos permita recapacitar de nuevo. Aunque las oportunidades para rectificar creo que no serán tantas o no sabemos si ya se acabaron.

----------------------------------

Dixon Moya es diplomático colombiano de carrera, escritor por vocación, lleva un blog en el periódico colombiano El Espectador con sus apellidos literarios, en el cual escribe de todo un poco: http://blogs.elespectador.com/lineas-de-arena/  En Twitter (a ratos muy escasos) trina como @dixonmedellin.

¿Por qué estoy extrañando el tiempo de la pandemia?